El ascenso de la Luna fea - Capítulo 100
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Capítulo 100:
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En ese momento, parecía un hombre observando a su familia preparar el desayuno. Sabía que esto no era nada nuevo para muchas personas que tenían familias encantadoras, pero nunca lo había pensado y no tenía idea de que realmente podía ser agradable.
JARIS
«¡Papá!», gritó Xyla cuando me vio desde la encimera.
No se me escapó el color que se apoderó de la nariz de Lyric en cuanto me vio. ¿Por qué siempre reaccionaba así cuando estaba conmigo?
Un pensamiento oscuro se apoderó de mi mente: ¿También reaccionaba así cuando dejaba que Zarek la tocara?
Aparté ese pensamiento y decidí disfrutar del momento.
Me acerqué a los niños, tomé a Xylon en mis brazos y le di un beso en el cabello a Xyla.
—Buenos días, Alfa —Lyric inclinó la cabeza, con la nariz aún rosada.
Empezaba a irritarme que me llamara «Alfa». En su modo sueño, siempre me llamaba por mi nombre. Creo que eso me gustaba más. —¿Qué tal has dormido, Lyric? —le pregunté.
Noté que el color también le llegaba a las orejas. Ahora pensaba que estaba avergonzada por algo. ¿Quizás por tener esos «sueños»?
—Yo… bien. —Rápidamente volvió a remover lo que había en la sartén.
«¡Papá, mira! ¡Estamos preparando el desayuno!», dijo Xyla emocionada.
Eché un vistazo a la pila de waffles y panqueques.
«¿No te gustaban los waffles?», le pregunté frunciendo el ceño.
«¡Sí! Pero la tía me prometió que me gustarían los suyos. Así que quiero probarlos».
Me seguía divirtiendo lo bien que Lyric se llevaba con los niños. Nunca los había visto tan libres y felices con Marta ni siquiera con sus niñeras. ¿Qué tenía Lyric?
—¿Y qué has aprendido? ¿Puedes hacer gofres tú sola? —le pregunté en tono burlón.
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—¡Sí, papá! Solo tienes que…
—¡Mentirosa! —la interrumpió Xylon, riendo—.
—¡No miento! ¡Sé hacer waffles! —Xyla lo miró con odio. Luego procedió a explicar la receta.
—¿Es eso correcto, chef? —Miré a Lyric, que ya se estaba riendo. Incluso yo sabía la respuesta a mi pregunta. No necesitaba tener una cuchara en la mano para saber que mi querida hija acababa de decir tonterías.
—¡Sí! ¡Sí, claro que tengo razón! —Xyla se aplaudió a sí misma.
Treinta minutos más tarde, todos comimos en la mesa.
Y así, sin más, la carga de hacía dos días desapareció. No me preocupé por el ADN; me concentré en el precioso momento que tenía ante mí, que era todo gracias a ella.
Si ella no hubiera dado el valiente paso de traerme a los niños, nada de esto habría sucedido.
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