El arte del sexo - Capítulo 117
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Capítulo 117:
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– ¿Quieres casarte conmigo, Daviana?
La castaña amplía la mirada ante su pregunta, se mantiene en silencio puesto que no se esperaba una propuesta como esa. De hecho, creyó que las cosas con Michele se terminarían ese día, pero al contrario de eso, él le estaba proponiendo matrimonio.
– ¿Qué dices?
– Lo que has oído, ¿quieres convertirte en mi esposa? -él no apartaba sus ojos de los de ella, estaba hablándole en serio.
– Michele, ¿Qué haces? ¿Por qué me propones esto?
– Porque creo que me he enamorado de ti, Daviana.
G Aquello fue peor, su corazón exploto en miles de pedazos. Quizás estaba soñando, sí, eso tenía que ser lo que le estaba pasando. Porque es que no podía ser verdad que ese hombre le estuviera pidiendo que fuese su esposa, Michele Gershon, el hombre que era catalogado como un mujeriego.
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¿De verdad estaba enamorado de ella?
– Daviana, has traído luz a mi vida. Es como si me hicieras regresar al mundo nuevamente, no puedo estar sin ti, y de imaginar dejarte para que puedas estar con otro me hace hervir la sangre -el CEO apretuja un poco más su cuerpo -. Creo, siento que estoy enamorado de ti.
– Pero…
– Y por esa razón deseo que seas mi esposa, no quiero que seas de nadie más. Yo te quiero únicamente para mí, Daviana. Y lo llamaras obsesión, pero yo no pienso dejarte ir. A menos que esa sea tu voluntad, y si es así, créeme que lo respetare.
Daviana se vuelve de gelatina ante sus palabras. Sin que pudiera evitarlo sus ojos se cristalizan más de la cuenta y dos lágrimas brotan de sus ojos.
A Michele le comenzó a preocupar el hecho de que ella llorara, ¿Qué significaba que lo hiciera?
– Daviana… -pero no termina por decir nada más cuando ella lo abraza con fuerza, sorprendido también la abraza sintiéndose tan confortante teniéndola de ese modo.
– Si quiero ser tu esposa, Michele -su respuesta le acelero las pulsaciones -. Si quiero…
Michele sonríe un poco sabiendo que dentro de él albergaba una cantidad de emociones que no sabía cómo mantenerlas controladas.
En lo que se separan un poco unen sus labios en un beso suave.
– Lamento tanto el malentendido, yo, me enoje mucho pensando que eras una persona agresiva. Me asuste porque nunca te he visto actuar de esa menara -ella le dice mirando sus ojos.
– Ese tipo se lo merecía… -Daviana asiente.
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