El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 997
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Capítulo 997:
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No se arriesgaría a mancharse de sangre las yemas de sus dedos cuando la manipulación era mucho más elegante. Utilizar las manos de otro para sus planes era brillante en sí mismo. Su único error fue seleccionar un instrumento tan incompetente para sus planes.
«Por tu bien, más vale que así sea», la voz de Noah cortó el aire como una hoja helada, despojada incluso de un susurro de sentimiento humano.
Se dio la vuelta, cada paso decidido mientras marchaba hacia la salida.
El patético intento de autojustificación de Hailey le revolvió el estómago de asco.
Noah se detuvo en el umbral, con su silueta recortada contra la puerta.
Giró la cabeza, clavando en los criados una mirada tan gélida que ni siquiera se atrevían a respirar, con los cuerpos congelados.
«La señora Burgess no se encuentra bien. Necesita reposo absoluto en casa. Bajo ninguna circunstancia se le permite salir de estas instalaciones. ¿Estoy perfectamente claro?»
Sus palabras cortaron el aire, cada sílaba como una daga dirigida con precisión que penetraba directamente hasta la médula.
Sin decir una palabra más, Noah salió de la villa, su marcha absoluta, su espalda como un muro de finalidad.
Jack corrió tras él, sin el valor suficiente para permanecer ni un momento más en aquella atmósfera sofocante.
«¡Señor!» Jack jadeó mientras igualaba el paso de Noah, con la ansiedad enhebrándose en su voz como un cable deshilachado.
«¡Ese enfrentamiento fue peligrosamente impulsivo! Si Hailey sufre algún daño, el Grupo Burgess desatará todo su arsenal contra usted. La señorita Hudson y el Grupo Wall podrían convertirse en daños colaterales de su venganza».
El terror aún se aferraba a la espina dorsal de Jack, un gélido remanente de lo que había presenciado.
Ese brillo mortal en los ojos de Noah había sido escalofriantemente real. Si sus dedos hubieran apretado un poco más la garganta de Hailey, se habrían enfrentado a consecuencias catastróficas imposibles de calcular.
Noah vaciló a medio paso. La neblina roja de la rabia había cegado su razonamiento típicamente agudo, dejando sus acciones sin calcular y peligrosas. Hailey merecía morir, pero no podía hacerlo ahora, y menos con sus huellas como prueba.
Se giró hacia Jack, y la tormenta asesina que había en su mirada se redujo a meras nubes amenazadoras.
«Vigila todos sus movimientos», le ordenó, recuperando su tono de control característico, aunque ahora mezclado con un trasfondo de escarcha. «Aunque Hailey no parece directamente implicada en el accidente de coche de Sadie, sus huellas están en algún lugar de este plan. Infórmame de cada respiración que haga, de cada llamada que haga, directamente a mí, sin retrasos».
La idea de la inocencia de Hailey le parecía ridícula. Su mente calculaba los movimientos como un maestro de ajedrez, su corazón era tan despiadado como una tormenta de invierno.
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