El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 969
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Capítulo 969:
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Una sonrisa se dibujó en la comisura de los labios de Nathan, un destello de emoción brilló en sus ojos. «Entendido. Estoy en ello», dijo, lleno de energía.
Sin vacilar, Nathan se dio la vuelta y se dirigió a la puerta. Antes de salir, levantó a Ivy del suelo como si no pesara nada y la arrastró fuera de la habitación. El suave chasquido de la puerta resonó tras ellos.
Tina se quedó paralizada un momento, visiblemente alterada, con la preocupación y la confusión dibujadas en el rostro.
«Sadie, ¿por qué Ophelia y Jarrett irían juntos a por ti? Creía que no se soportaban. ¿Por qué se alían de repente?».
La mano de Sadie se dirigió a su estómago, sus dedos descansaron ligeramente mientras aparecía una leve sonrisa de complicidad. «Incluso los enemigos pueden trabajar juntos cuando comparten un objetivo común. Probablemente Ofelia viene a por mí por Nathan. En cuanto a Jarrett…» Su voz se hizo más aguda, más fría. «Probablemente ve a este niño como una amenaza a su posición en la familia Higgins».
A sus ojos, el bebé, que se creía que era de Nathan, reforzaría la reivindicación de Nathan sobre el Grupo Higgins, algo que Jarrett nunca permitiría sin luchar.
Sin embargo, Sadie no estaba dispuesta a gastar más energía preocupándose por los planes de Jarrett y Ofelia. Prioridades más importantes exigían su atención ahora.
Enderezando los hombros, Sadie fijó su mirada en Tina, su tono cambiando a algo más decisivo. «Olvidémonos de ellos por ahora. Tina, hay algo importante en lo que necesito tu ayuda».
El estudio de la mansión Higgins estaba bañado por la luz de la tarde.
El rostro curtido de Rodger resplandecía con inconfundible alegría, sus ojos arrugados en las esquinas.
En sus manos curtidas, sostenía un catálogo brillante de encantadores artículos para bebés: delicados brazaletes de plata, ropa en miniatura y zapatos increíblemente pequeños.
De vez en cuando, sus dedos repasaban un artículo concreto que ya había comprado, acercándoselo a la cara para inspeccionarlo, y una sonrisa se dibujaba en sus labios con un placer imparable.
Pensar en el hijo nonato de Sadie -su precioso nieto acurrucado a salvo en su vientre- le llenaba el corazón de profunda satisfacción y expectación.
Esta inocente vida representaba el futuro de la familia Higgins, la encarnación viva de su orgullo y la continuación de su legado.
Cuanto más se asentaba esta realidad en su conciencia, más se ensanchaba su sonrisa, grabando líneas más profundas en su ya curtido rostro.
En ese momento, la pesada puerta de roble del estudio se abrió chirriando desde el exterior, creando el espacio justo para que una pizca de luz del pasillo se derramara sobre la alfombra.
Una cabeza se deslizó por el hueco, furtiva y cautelosa, revelando los rasgos aprensivos de Nathan.
La sonrisa de Rodger se evaporó como el rocío de la mañana bajo la luz del sol, sustituida por las cejas fruncidas y los labios apretados.
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