El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 956
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Capítulo 956:
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Su mente catalogó frenéticamente cada acto cuestionable que podría haber provocado represalias. Nada particularmente condenatorio surgió en su memoria. En el peor de los casos, había perseguido a algunas mujeres y dejado corazones rotos a su paso.
Las puertas de los coches negros se abrieron al unísono. Salieron varias figuras imponentes con trajes negros inmaculados y gafas de sol opacas: profesionales de la seguridad sacados directamente de un casting central. Uno de ellos se acercó a la ventana de Blaine y golpeó el cristal con los nudillos, autoritario pero comedido.
«Señor Castro», dijo con precisión mecánica, su voz carente de emoción, «Nuestro jefe solicita su presencia inmediata para mantener una conversación».
Blaine parpadeó con rapidez y el desconcierto nubló sus facciones. ¿Qué demonios estaba ocurriendo aquí?
Las probabilidades estaban en su contra. Resistirse parecía inútil y potencialmente peligroso. Más le valía cooperar y descubrir el propósito de esta elaborada interceptación.
Tragando el nudo de aprensión que tenía en la garganta, Blaine empujó la puerta y salió. «De acuerdo. Abran paso», dijo con forzada despreocupación.
Dos guardias con cara de piedra se materializaron a su lado y lo escoltaron hacia el vehículo central, un reluciente sedán de lujo negro como la medianoche que gritaba poder y riqueza.
La puerta se cerró tras él con un golpe seco y ominoso. Dentro, las sombras dominaban el interior escasamente iluminado, y la atmósfera presionaba como un peso físico.
Blaine se aclaró la garganta deliberadamente, intentando penetrar en el sofocante silencio. «Entonces, ¿quién es exactamente tu jefe? Si alguien orquestó esta elaborada producción sólo para conocerme, creo que me he ganado la cortesía de un nombre».
Se hizo el silencio. Ni el conductor, ni el guardia del asiento del copiloto, ni los que le flanqueaban hicieron caso a su pregunta. Permanecieron de frente e inmóviles, más como centinelas tallados que como hombres vivos.
A Blaine se le erizó la piel de incomodidad, y el prolongado silencio le hizo moverse inquieto en su asiento.
Bien, el tratamiento del silencio. Blaine se obligó a sonreír y se recostó en el flexible cuero, observando el opulento interior con fingido interés.
Quienquiera que dispusiera de semejantes recursos, sin duda era un hombre rico o muy influyente, tal vez ambas cosas a la vez.
Después de media hora de tenso silencio, la caravana se detuvo frente a la imponente fachada de Autumn Garden Villa.
Blaine se dio cuenta de que aquella prestigiosa propiedad pertenecía a alguien cuyos contactos alcanzaban las más altas esferas del poder.
Los guardias lo condujeron a través de los pasillos de mármol hasta el cavernoso salón de la villa, donde sus pasos resonaban en el suelo pulido. Noah estaba recostado en un elegante sofá, con su esbelto cuerpo enfundado en un traje negro impecablemente confeccionado.
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