El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 955
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Capítulo 955:
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«Si surge alguna complicación, ponte en contacto conmigo sin reservas, independientemente del momento».
Sadie agradeció su compromiso con una leve inclinación de cabeza, mientras el cansancio se dibujaba en sus delicadas facciones.
Blaine le dirigió una última y suave advertencia sobre su necesidad de recuperación, luego giró con decisión y salió de la habitación con pasos decididos.
Tina se mantuvo vigilante en el pasillo, recorriendo el limitado espacio con energía nerviosa. En el instante en que Blaine apareció por la puerta, su inquieto movimiento cesó bruscamente y su expresiva mirada emanó visiblemente de preocupación.
Blaine se vio impotente ante la tentación de provocar una reacción en ella. Se aclaró teatralmente la garganta antes de mostrar su característica sonrisa traviesa. «Vaya, vaya, encantadora. Me alegro de volver a verte».
Un magnetismo inexplicable irradiaba del desconcertado comportamiento de Tina, cautivando su atención de un modo que no había previsto.
Tina se sobresaltó visiblemente ante su inesperado discurso y retrocedió medio paso por reflejo. «Señor Castro, ¿han… han llegado usted y Sadie a los entendimientos necesarios respecto a la situación?».
Blaine extendió las palmas de las manos hacia fuera en un elaborado gesto de supuesta competencia, elevando la mandíbula con inconfundible autosatisfacción. «Naturalmente. Ningún desafío supera mis considerables capacidades».
Las palabras de Blaine murieron en sus labios, cortadas a mitad de la frase.
Tina ya había pasado junto a él, abriendo la puerta de un empujón con inconfundible urgencia mientras se apresuraba a entrar en la habitación del hospital. «¡Sadie!», gritó.
Dejó a Blaine de pie con el brazo medio levantado, completamente congelado en su sitio, mientras el ambiente crepitaba con una repentina incomodidad. ¿De verdad lo había descartado tan completamente? No podía importarle menos, ¿verdad? Aun así, tenía que admitir que provocarla le producía cierta emoción que le resultaba difícil ignorar.
Blaine se frotó la nariz, con un rubor de vergüenza calentándole la cara, y bajó lentamente la mano. Había asuntos más urgentes que requerían su atención.
Salió del hospital, se metió en el coche y encendió el motor. Minutos después, la autopista se extendía ante él como una cinta interminable.
Tenía que volver a Jazmah y ocuparse de las tareas que Sadie le había encomendado.
Un viaje de tres horas no era exactamente una tortura, pero sin duda ponía a prueba la paciencia. Aun así, Blaine tarareó una melodía sin nombre, sintiéndose extrañamente alegre.
El tráfico disminuyó considerablemente al salir de la autopista. Entonces, sin previo aviso, lo inesperado rompió su calma. Varios vehículos negros se materializaron desde ambos lados y convergieron detrás del coche de Blaine con precisión depredadora.
Se movían en perfecta sincronía: rápidos, deliberados y metódicos. En unos instantes, lo habían acorralado con pericia y lo habían obligado a salirse al arcén.
El corazón de Blaine golpeó contra sus costillas mientras pisaba el freno. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Un robo descarado a plena luz del día? ¿O alguien se había fijado específicamente en él?
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