El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 938
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Capítulo 938:
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Hailey se quedó sola, todavía desplomada en el suelo, con los puños tan apretados que sus nudillos se habían vuelto blancos.
Llegados a este punto, sabía que no tenía a nadie más en quien confiar que en sí misma. Tenía que idear un plan infalible para deshacerse de Sadie de una vez por todas.
Pero no podía hacerlo sola. Si Noah descubría que estaba implicada en la muerte de Sadie, todo por lo que había trabajado se vendría abajo.
Un destello apareció en los ojos de Hailey cuando un rostro surgió en su mente.
Briley. Esa tonta inútil.
Su reputación había quedado hecha jirones tras su arrebato público ante los medios de comunicación e, incluso ahora, seguía siendo el tema favorito de las burlas en Internet.
Era la oportunidad perfecta: usaría a Briley para enfrentarse a Sadie. Todo lo que tenía que hacer era avivar las llamas del odio de Briley hacia Sadie, incitándola hasta que llegara a su límite y perdiera completamente el control.
Hailey se secó las lágrimas y se levantó con dificultad.
Se alisó el vestido y cogió el teléfono para hacer una llamada.
Se conectó después de un par de timbres.
«¿Diga?»
«Contrata a un grupo de gente para que difamen a Briley en Internet. Diles que hagan que parezca que Sadie está detrás. Asegúrate de dejar un rastro claro, ¿entiendes? Cuanto más feo sea, mejor. Quiero que el nombre de Briley sea destruido para siempre».
El hombre al otro lado dejó escapar un sonido de sorpresa. Obviamente no tenía ni idea de lo que Hailey quería hacer, pero no se atrevió a hacer ninguna pregunta.
«Entendido, señorita Burgess. Me ocuparé de ello ahora mismo».
Hailey colgó, con los labios curvados en una sonrisa fría y siniestra.
Si Briley descubría que estaba siendo atacada por internautas bajo las órdenes de Sadie, haría que detestara aún más a esta última.
Las cosas acabarían agravándose, y Hailey ni siquiera tendría que hacer nada. Sabía que Briley tomaría cartas en el asunto y se vengaría.
En la mente de Hailey, tener a alguien más ensuciándose las manos para lograr su objetivo era la jugada más inteligente.
«A ver cómo sales de ésta, Sadie», murmuró Hailey entre dientes apretados.
Mientras tanto, el rostro de Noah estaba inexpresivo mientras salía del edificio y se deslizaba en el asiento trasero del coche negro que esperaba en la acera.
Sentado al volante, Jack miró a su jefe por el retrovisor e intentó calibrar el estado de ánimo de Noah.
El ambiente era pesado, la presión palpable.
«¿Adónde vamos ahora, jefe? La Villa Jardín de Otoño está lista, tal como me ordenó».
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