El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 881
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Capítulo 881:
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Noah ocupó suavemente el codiciado asiento junto a Sadie, sus movimientos fluidos pero deliberados.
El movimiento de Nathan se congeló en el aire y su sonrisa se endureció.
La confusión se apoderó de sus facciones mientras flotaba torpemente.
Una tensión palpable se apoderó de la reunión, suspendida en un silencio incómodo.
Rodger se dio cuenta de que se avecinaba una tormenta e intervino rápidamente para calmar la situación.
Lanzó a Nathan una mirada fulminante que podría haber chamuscado la piedra.
¡Este idiota! se indignó Rodger.
«Nathan -dijo señalando una silla lejana-, siéntate ahí. El señor Noel también es un invitado de honor y debe estar aquí».
La indignación de Nathan se encendió tras sus ojos, pero se tragó cualquier protesta que amenazara con escaparse.
Forzó una sonrisa y se frotó distraídamente la nariz, un hábito nervioso que delataba su incomodidad.
A regañadientes, se dirigió al extremo más alejado de la mesa y se sentó en el sitio que le habían asignado.
Qué mala suerte, pensó. ¿Por qué este maldito Patrick se materializaba constantemente a cada paso?
Noah, mientras tanto, parecía completamente ajeno al pequeño drama. Su mirada recorrió la suntuosa mesa y acabó posándose en una bandeja de suculento filete. Con sorprendente familiaridad, cortó un filete y lo llevó al plato de Sadie con un movimiento fluido.
Sadie se quedó paralizada, momentáneamente sorprendida por el gesto. Levantó la mirada para estudiar el rostro de Noah, con un desconcierto evidente en su expresión. ¿A qué estaba jugando exactamente? se preguntó.
Desde su silla de ruedas, Jarrett escrutó el intercambio con calculadora intensidad. Sus dedos se tensaron alrededor de su taza, delatando su tensión interior. Patrick mostraba una peculiar familiaridad con Sadie que desafiaba el conocimiento casual. ¿Había alguna conexión oculta entre ellos que los demás habían pasado por alto?
Noah detectó la vacilación de Sadie, sus cubiertos sin tocar y su mirada fija en el plato que tenía delante. Su ceño se frunció con preocupación.
«¿Qué ocurre?», murmuró.
Su voz tenía el suave trasfondo de una auténtica preocupación. «¿No es de tu gusto?», preguntó, inclinándose hacia ella.
Sadie miró el filete perfectamente cocinado que brillaba en su plato. El sabroso aroma que debería haber tentado sus sentidos desencadenó algo totalmente distinto.
Sin previo aviso, una violenta oleada de náuseas se apoderó de su cuerpo. Su estómago se revolvió, retorciéndose y apretándose contra su voluntad.
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