El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 853
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Capítulo 853:
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Estaba claro que Jarrett no tenía ningún interés en continuar la discusión. «Haz lo que te he ordenado. Cuando termine, ganarás significativamente».
Daren sabía que no había lugar para la negociación. El dominio de los Higgins eclipsaba al de los Johnson, y Jarrett era conocido por su naturaleza despiadada. Traicionarlo acarrearía graves consecuencias.
Teniendo en cuenta lo que estaba en juego, Daren disimuló sus dudas y esbozó una sonrisa tensa. «Por supuesto, señor Higgins. Me ocuparé de ello mañana a primera hora».
Jarrett lo estudió, con una mirada de desprecio. Luego, como si se acordara de algo, golpeó el reposabrazos de su silla de ruedas con dedos ociosos.
«Por cierto», comentó despreocupadamente, «el veinticinco de este mes es un buen día. Programemos mi boda con Ofelia para ese día».
La sonrisa de Daren desapareció.
¿El veinticinco? Faltaban sólo unos días. ¿Tan pronto?
Después de todo lo que había pasado…
Las imágenes del enredo de su hermana con Nathan chocaron con la repentina declaración de Jarrett, y el rostro de Daren se sonrojó, escocido por el peso de la vergüenza.
A Daren se le hizo un nudo en la garganta y, por un instante, se quedó sin palabras.
Jarrett se dio cuenta inmediatamente de su vacilación. Frunció las cejas y un destello de irritación apareció en su tono.
«¿Qué pasa? ¿No te gusta la cita? ¿O tú y tu hermana os habéis replanteado de repente esta unión?».
El golpe sacó a Daren de su aturdimiento.
Se tragó la creciente vergüenza y forzó una sonrisa forzada, aunque vacilante en las comisuras.
«No, en absoluto. La cita es… perfecta. Que Ofelia se case contigo es todo un honor. Toda nuestra familia está encantada».
Pero las palabras sonaban huecas, cada sílaba cargada de amargura que apenas podía ocultar. Su hermana había deshonrado el apellido Johnson sin remedio. Sin embargo, ahora que las cosas habían llegado tan lejos, no tenía más remedio que soportarlo. Había que sacrificar el orgullo en aras de la supervivencia.
Jarrett, impasible ante la fina capa de cortesía, giró su silla de ruedas hacia el estudio. Su voz era cortante y fría.
«Entonces está decidido».
Daren salió de la casa envuelto en niebla.
Ophelia era muy testaruda. Y ahora estaba perdidamente encaprichada de aquel canalla de Nathan. Convencerla de que se casara con Jarrett parecía tan imposible como atrapar el viento con las manos desnudas.
Y luego estaba Sadie, que había presenciado aquella vergonzosa escena en el reservado.
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