El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 847
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Capítulo 847:
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De todas las tácticas que la gente había usado contra ella, la que más odiaba era que la amenazaran.
Pero esta vez, no tenía elección. No podía permitirse ignorar ninguna información sobre sus padres.
Además, las condiciones que Nathan había ofrecido no eran del todo irrazonables. Ese diez por ciento de beneficio era real, tangible.
Aun así, ayudarle a hacerse con el control de la familia Higgins la expondría a riesgos indecibles y consecuencias muy volátiles.
Sadie cerró los ojos y respiró lenta y tranquilamente.
Cuando volvió a mirar a Nathan, su expresión era tranquila, su mirada firme.
Nathan sonrió.
«¡Genial! Entonces… ¿nos damos la mano?», preguntó tendiéndosela.
Sadie no la cogió. Ni siquiera lo miró.
«Espera a que me ponga en contacto contigo», dijo fríamente.
A Nathan no le importó su actitud y se limitó a retirar la mano. Después de todo, había logrado su objetivo.
«Me despido. Espero tener noticias suyas, señora Hudson».
Sabiendo que ella no tenía ningún interés en continuar la conversación, Nathan se dio la vuelta y salió de la habitación.
Nathan acababa de llegar al final del pasillo, con el dedo sobre el botón del ascensor, cuando la luz del techo se apagó de repente.
Sin previo aviso, un saco áspero y maloliente cayó sobre su cabeza, cogiéndole completamente desprevenido. La oscuridad se lo tragó en un instante.
Antes de que pudiera gritar, una mano fuerte le tapó la boca, amortiguando cualquier sonido. Le arrastraron con fuerza en una dirección concreta.
Se agitó salvajemente.
«¡Suéltame!»
¡Era un miembro de la estimada familia Higgins! ¿Quién se atrevía a ponerle las manos encima, sobre todo aquí, en Beversea, su territorio?
Mientras forcejeaba, sintió que lo empujaban a un espacio cerrado. El aire se volvió frío, opresivo.
De repente, le quitaron el saco de un tirón. Una luz dura inundó su visión y entrecerró los ojos, momentáneamente cegado.
Cuando recuperó la vista, sus pupilas se contrajeron al ver lo que tenía delante.
Era Patrick, el hombre tras la infame máscara metálica.
Estaba justo delante de Nathan, con un aura amenazadora que le heló la sangre. Sus ojos penetrantes se clavaron en él, dejándole helado en el sitio.
Nathan tragó saliva y esbozó una débil sonrisa.
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