El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 839
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Capítulo 839:
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Una mano salió disparada de detrás de ella, fuerte y deliberada, y agarró la muñeca de Nathan en pleno movimiento. Con un movimiento rápido, se retorció bruscamente.
Crujido.
«¡Ah!»
Nathan respiró hondo, el encanto desapareció de su rostro en un instante. Su sonrisa desapareció, sustituida por una mueca de dolor.
Sadie se giró, sobresaltada.
¿Noah?
Estaba allí como una sombra forjada en acero: imponente, inmóvil. Una máscara fría y metálica le cubría la mayor parte de la cara, dejando sólo visibles sus ojos, oscuros, ilegibles y escalofriantemente tranquilos.
¿Qué hacía aquí?
Su mirada se clavó en la de Nathan, su agarre inamovible.
El aire a su alrededor parecía comprimirse, cargado de silenciosa autoridad.
«Señor Higgins, antes de ponerle la mano encima a alguien, asegúrese de que puede ver con claridad», dijo rotundamente, con voz de acero invernal. «Y asegúrese de que puede soportar lo que viene a continuación».
Una gota de sudor resbaló por la sien de Nathan.
Nathan levantó la vista y sintió un fuerte escalofrío en el pecho.
Los rumores habían circulado durante años sobre el escurridizo Patrick de Burgess Group,
un hombre que nunca revelaba su rostro, siempre oculto tras una máscara.
Despiadado. Calculador. Inquebrantable.
Y ahora, frente a él, había un hombre que coincidía con cada detalle susurrado.
El aura que desprendía Noah era innegable: demasiado controlada, demasiado fría, demasiado peligrosa para ser ignorada.
Nathan esbozó una sonrisa forzada, mientras el sudor empezaba a perlarle la sien. Levantó ligeramente ambas manos, como si quisiera rendirse.
«Sr. Noel, se trata de un malentendido», dijo suavemente. «Sólo una broma inofensiva con la señorita Hudson, nada más».
No iba a desafiar a alguien así, no por ego. No esta noche.
Noah lo miró con un desdén apenas disimulado. Luego, con un movimiento de muñeca, lo soltó, como si descartara algo indigno de su tiempo.
Se volvió hacia Sadie, su atención cambiando como una orden silenciosa.
Sin previo aviso, le cogió la muñeca con la mano.
«Señorita Hudson, necesito hablar con usted. En privado -dijo con frialdad, su voz se coló entre los murmullos que los rodeaban-.
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