El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 824
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Capítulo 824:
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Entonces, su voz bajó una nota-aguda, deliberada.
«Y Sadie… ella todavía está en el camino. Mientras ella esté cerca, no tendré paz. No será completamente mío. Todavía no».
Hubo una larga pausa.
Cuando Forest por fin volvió a hablar, su voz había cambiado: más baja, con un toque de cautela.
«Sé que esto no ha sido fácil, Hailey. Tienes razón, la presencia de Sadie es peligrosa. La presencia de Sadie es peligrosa. Si queremos asegurar nuestro lugar… habrá que eliminarla».
Los ojos de Hailey se oscurecieron. La idea había cruzado su mente más de una vez.
Pero cada vez que lo imaginaba, otro pensamiento la seguía como una sombra: si Noah se enteraba… nunca la perdonaría. Puede que ni siquiera volviera a mirarla de la misma manera.
Una sonrisa de complicidad se dibujó en sus labios.
Se inclinó hacia el teléfono, con voz ligera y juguetona.
«Papá, ya que estás tan preocupado por mí -y ya que estás de acuerdo en que ella es un problema-, ¿por qué no te ocupas tú de ella? Tienes los contactos. Sería un paseo por el parque para alguien como tú».
Al otro lado, Forest se quedó callado.
Sabía lo peligroso que podía ser Noah.
La puerta de la habitación del hospital se abrió de golpe.
A Hailey se le cortó la respiración. Por un momento, la esperanza la invadió: Noah había vuelto. No podía mantenerse alejado. Le importaba.
Se apoyó en unos codos temblorosos y clavó los ojos en la puerta.
Pero la figura que apareció no era Noah.
Su sonrisa vaciló. Su mirada se volvió fría.
Sadie.
Enmarcada en la puerta como un presagio, Sadie permaneció inmóvil, claramente igual de aturdida. Sus cejas se fruncieron ligeramente al ver a Hailey en la cama del hospital. Su cuerpo se tensó y luego se dio la vuelta, como si fuera a marcharse.
No tenía ningún deseo de permanecer en la misma habitación que aquella mujer. Ni ahora ni nunca. Ni nunca.
Pero Hailey no estaba dispuesta a dejarla escapar.
Sus labios se curvaron en una sonrisa lenta y burlona, frágil pero llena de veneno.
«Señorita Hudson, qué sorpresa. ¿La envió Patrick? ¿Estaba tan preocupado por mí que le pidió que me visitara personalmente?».
Se le escapó una risa suave y sin gracia.
«Qué considerados sois los dos».
Sadie se paralizó. Su columna se enderezó, cada músculo de su cuerpo rígido por la contención.
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