El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 769
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Capítulo 769:
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«Comparado contigo, sinceramente no soy nada. No entiendo nada de negocios. Todo eso se lo dejo a mi marido. Él insiste en que no me preocupe de nada, y supongo que estoy malcriada. Lo único que hago es quedarme en casa y disfrutar de una vida de comodidades».
Soltó una pequeña y tímida carcajada, su voz se hizo más suave, más sacarina.
«Dice que no debería mover un dedo por nada».
Era una insinuación perfectamente elaborada, cada palabra diseñada para alardear de su posición, su relación con Noah y su supuesta vida dichosa, todo ello con la máscara de una conversación informal.
Sadie tensó la copa de vino y sus dedos palidecieron alrededor del tallo. Sin embargo, su expresión seguía siendo tan suave como el agua, su sonrisa no menos refinada que antes.
«¿Ah, sí?», dijo en tono uniforme, con voz ligera y despreocupada, sin revelar nada bajo la superficie.
La sonrisa de Hailey se ensanchó, como si acabara de ocurrírsele una idea encantadora. Su voz se volvió más íntima, melosa de falsa sinceridad.
«Oh, señora Hudson, hay algo que casi se me olvida mencionar. Patrick y yo estamos planeando celebrar nuestra boda aquí pronto. Y estaríamos honrados si usted asistiera como nuestra testigo».
Lo absurdo del asunto golpeó a Sadie tan de repente, que casi la hizo reír.
Miró a Hailey, a aquel rostro que reflejaba demasiado el suyo. Una belleza familiar mezclada con una petulancia extraña, cada palabra calculada, cada sonrisa afilada como una cuchilla. Y Sadie comprendió exactamente lo que Hailey estaba haciendo.
Antes de que Sadie pudiera responder, una presencia familiar la interrumpió. Noah.
Entró en el momento como una corriente oscura, su mirada recorrió a ambas mujeres. Había una sutil tensión en su postura, un estado de alerta que daba a entender que ya percibía la tensión en el ambiente.
«¿Qué estáis discutiendo?», preguntó, con voz tranquila pero penetrante.
Hailey se volvió hacia él y le pasó la mano por el brazo con facilidad. Lo miró con ojos suaves y brillantes.
«Le estaba pidiendo a la señora Hudson que fuera testigo en nuestra boda».
Las cejas de Noah se fruncieron bajo su máscara plateada.
Su mirada se dirigió a Sadie, escrutando su rostro, esperando una reacción: disgusto, dolor, indignación. Pero ella no le dio ninguna.
Sadie estaba perfectamente serena, su expresión era ilegible, sus ojos tranquilos. Cualquier atisbo de emoción que pudiera haber surgido en su interior estaba encerrado tras capas de control.
Noah sintió un extraño y hueco dolor en el pecho. Algo apretado y no expresado. Algo como… decepción.
Entonces Sadie levantó la mirada y se encontró de frente con la suya. Su voz era firme, profesional, distante.
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