El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 729
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Capítulo 729:
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Al parecer, Coyle no podía aguantar más. Era el momento perfecto: su plan ya estaba a medio camino. Los labios de Sadie se curvaron en una sonrisa más profunda y satisfecha.
Miró de reojo a Samuel, que estaba de pie junto a ella, cumpliendo con su deber. —Samuel, por favor, acompaña al Sr. Castro y a Tina a la recepción y asegúrate de que se sientan cómodos.
Samuel asintió respetuosamente. —Por supuesto, Sra. Hudson.
Mientras se alejaban, Blaine le hizo un rápido guiño a Sadie, una promesa silenciosa de que tenía todo bajo control. Sadie negó con la cabeza con una sonrisa divertida.
Se volvió y dirigió la mirada hacia el balcón, donde vio una figura alta recortada contra el sol.
Noah estaba de pie, apoyado contra la barandilla, con una máscara plateada que le ocultaba parte del rostro. Su mirada se posó únicamente en ella.
Sus ojos se encontraron y el pulso de Sadie se aceleró por la sorpresa.
¿Cuánto tiempo llevaba observándola?
Noah bajó lentamente y se acercó a ella con una sonrisa enigmática que se dibujó ligeramente en la comisura de los labios.
—Parece que tu plan se está desarrollando sin contratiempos —comentó, con un sutil tono de burla en la voz.
El corazón de Sadie dio un pequeño vuelco.
Sus miradas se mantuvieron fijas y Sadie recordó algo crucial. Su expresión se volvió seria y preguntó directamente: —¿La desaparición de Sutton tiene algo que ver contigo?
Noah arqueó una ceja, visiblemente sorprendido por su sospecha. Tras una breve pausa, se rió suavemente, con un tono de ironía en la voz. —¿Por qué iba a molestarme con alguien como él?
Sadie frunció el ceño, pensativa y confundida.
Si no era Noah… y ella desde luego tampoco lo había planeado… entonces, ¿qué le había pasado exactamente a Sutton? ¿Podría ser Coyle el responsable? Una sombra de inquietud se agitó en su pecho.
En ese mismo momento, Averi, que había estado absorto en sus travesuras, se acercó de un salto y agarró con fuerza el pantalón de Noah, con sus grandes ojos inocentes brillando.
—Señor, ¿quiere venir a jugar a las pistolas de agua conmigo?
Noah bajó la mirada y observó el rostro serio de Averi. Una sutil pero innegable sensación de calidez lo invadió de nuevo: ese niño despertaba en él algo extrañamente familiar.
Dudó, pero luego se encontró asintiendo sin pensarlo.
—Está bien —dijo con suavidad.
Averi soltó un grito de alegría y tiró con entusiasmo de Noah hacia las aguas termales.
—¡Date prisa! —le instó Averi con impaciencia.
Noah tropezó ligeramente, pero sujetó con firmeza la mano de Averi y se dejó guiar.
Pronto, los dos estaban chapoteando libremente en el agua, con risas que brotaban alegremente entre ellos.
Sadie observó su interacción despreocupada, con una expresión suave pero profundamente pensativa.
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