El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 727
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Capítulo 727:
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Las palabras de Blaine golpearon a Coyle donde más le dolía. Su sonrisa, ya forzada, casi se desvaneció.
¿Pedirle a Sadie que volviera? ¡De ninguna manera! Esa mujer era demasiado astuta para su tranquilidad. Si recuperaba algo de control, Coyle dudaba que él y su familia tuvieran días tranquilos por delante.
Sin embargo, dadas las circunstancias, parecía que su única opción viable era utilizar a Sadie para mantener la asociación con el Grupo Burgess, aunque solo fuera temporalmente. Pero, al mismo tiempo, era crucial que Coyle mantuviera su cargo de presidente. Entendía cuáles eran sus prioridades.
Tragándose su descontento, amplió la sonrisa falsa de su rostro. —Ahora, Blaine, ten cuidado con lo que dices. Lo que pasó entonces fue solo un malentendido.
Blaine arqueó una ceja, con los labios aún curvados en una leve sonrisa burlona. Miró a Coyle con sarcasmo, pero no dijo nada más.
Coyle se irritó bajo su mirada y tuvo que aclararse la garganta dos veces antes de volver a hablar. —En cualquier caso, Sadie sigue siendo parte de la familia Wall. No puede quedarse de brazos cruzados mientras el Grupo Wall se hunde en el caos.
Hizo una pausa y su tono adquirió un matiz sutilmente amenazador. —Aparte de eso, tu familia también tiene intereses en el destino de la empresa. Si el acuerdo con el Grupo Burgess se frustra, tu familia también sufriría las repercusiones, ¿no crees?
Blaine casi se echa a reír. ¿El viejo bastardo estaba intentando utilizar los beneficios de su familia para presionarlo? ¡Qué absurdo!
Blaine fingió pensarlo seriamente y luego asintió. —Tienes razón. Estamos todos juntos en esto. Traer de vuelta a Sadie no sería imposible para mí, pero está la cuestión del pago…
Dejó la frase en el aire de forma significativa.
Coyle lo entendió, por supuesto. Al igual que Sadie, Blaine no movería un dedo sin la promesa de una recompensa.
Coyle quería maldecir al joven, pero se guardó sus improperios para sí mismo. Con evidente renuencia, sacó una tarjeta negra de la chaqueta y se la entregó. —Considérelo una pequeña muestra de agradecimiento. Una vez que complete su tarea, recibirá una recompensa más generosa.
Los ojos de Blaine se iluminaron y cogió la tarjeta sin dudarlo un segundo. La volteó entre sus dedos y su sonrisa se volvió más sincera. —Quédese tranquilo, señor Wall. Puede dejar este asunto en mis manos. Yo me encargaré de todo.
Dicho esto, se levantó y salió de la oficina con un gesto de despedida con la mano.
En cuanto se cerró la puerta, Coyle dejó de sonreír. Su expresión se volvió sombría, con una furia apenas contenida. Frustrado, dio una patada a la mesa de café, provocando un ruido sordo que resonó en toda la habitación.
La mesa no se movió ni un centímetro, pero el pie le dolía mucho. Coyle hizo una mueca de dolor y se agarró la punta del zapato, con la rabia creciendo aún más.
—¡Ese maldito mocoso! ¡Cómo se atreve a extorsionarme! —gruñó, con el pecho agitado mientras intentaba recuperar el aliento. Según Coyle, la influencia de Ralph había envalentonado a Blaine hasta el punto de faltarle al respeto. ¡Y esa miserable Sadie! Una vez que se ocupara de los obstáculos actuales, se aseguraría de que esos dos también fueran eliminados.
Coyle agarró el teléfono fijo y llamó a su asistente. —¿Ya has encontrado a Sutton?
La voz del otro hombre temblaba de nervios. —Aún no, señor.
La ira de Coyle volvió a estallar. —¡Inútiles! ¡No son más que un puñado de inútiles! ¿No son capaces de encontrar a una sola persona? ¿Son todos completamente incompetentes? No me importa lo que cueste, ¡encuéntrenlo!
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