El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 691
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Capítulo 691:
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Lanzó un grueso fajo de billetes hacia el líder de los matones, indiferente. Los ojos del líder de los matones brillaron al ver el dinero, y su sonrisa se amplió.
—Es un placer trabajar para usted, Sr. Wall. Siempre estamos encantados de ayudarle. —Con un gesto de la mano, Sutton despidió a los matones.
«Largo».
«Sí, por supuesto. Disfrute», dijo el líder de los matones, inclinándose antes de retirarse con los demás y cerrando la puerta en silencio tras ellos.
Sutton se ajustó el cuello, con una sonrisa burlona en los labios.
«Hailey… veamos cuánto tiempo puedes mantener esa fachada de inocencia», musitó.
La expectación le hacía vibrar las venas al entrar en la habitación en penumbra. Las sombras se alargaban por las paredes y una esbelta figura yacía inmóvil sobre el colchón.
Sutton se frotó las palmas de las manos, rebosante de impaciencia. Con febril impaciencia, se quitó la ropa, riendo entre dientes con lascivia.
—Vamos, cariño, deja de fingir. Sé que has estado esperando esto. No creas que he olvidado lo salvaje que eras. Hoy me aseguraré de que disfrutes como nunca».
Se abalanzó hacia la cama, pero justo en ese momento, la persona se movió. Sadie se sentía febril, con la mente nublada y los sentidos confusos.
Se movió, tirando del cuello de la camisa en un intento por refrescarse.
Ese ligero movimiento hizo que Sutton se quedara paralizado.
Sus músculos se tensaron cuando finalmente vio el rostro de la mujer en la tenue luz.
No era Hailey. ¡Era Sadie!
La conmoción lo golpeó, apagando cualquier deseo anterior.
Retrocedió, alejándose a trompicones de la cama, con el terror inundando sus venas. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había acabado Sadie aquí? ¡Había dado instrucciones claras a los matones para que trajeran a Hailey! La mente de Sutton daba vueltas en una confusión frenética.
Al mirar su ropa desaliñada, sintió repugnancia.
Casi había puesto las manos sobre Sadie, confundiéndola con Hailey.
Solo pensarlo le daba náuseas.
Sin perder tiempo, se subió los pantalones, torpemente, mientras el pánico se apoderaba de él.
Su único objetivo ahora era salir de allí.
Afuera, los matones holgazaneaban, sonriendo con aire de suficiencia.
Cuando Sutton salió tan rápido, intercambiaron miradas cómplices, asumiendo que ya había disfrutado. Sus rostros se iluminaron con emoción.
—¿Ya terminó, señor Wall? ¿Quiere compañía? Le prometemos que lo disfrutará aún más —bromeó el líder.
La furia de Sutton estalló ante sus palabras.
Sus ojos ardían mientras le propinaba una patada brutal en el estómago al líder.
—¡Cállate, idiota!
El matón se dobló por la mitad, aturdido.
—Sr. Wall, ¿qué pasa?
Sutton, respirando con dificultad, señaló furioso hacia la habitación. —¡He dicho que secuestraras a Hailey! ¡Abre los malditos ojos y mira a quién has traído!
La confusión se apoderó del grupo.
¿No habían secuestrado a Hailey? La silueta de la mujer coincidía y habían comprobado la foto. ¿Cómo podía haber habido un error?
Los hombres intercambiaron miradas inquietas, completamente desconcertados.
Sutton estaba furioso, todo su cuerpo temblaba de ira.
—¡No servís para nada! ¡Sois un puñado de malditos idiotas! ¡Ni siquiera podéis hacer una tarea sencilla! ¿Para qué os pago?».
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