El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 678
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Capítulo 678:
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Sadie sintió que le picaba la nariz, aunque su pecho estaba inundado de calor. Sabía que Ralph se preocupaba de verdad por ella.
«No debe preocuparse, señor Castro. Estoy muy bien. Me encargaré de los asuntos de la empresa».
Ralph la miró y asintió con satisfacción.
Como era de esperar de la nieta de Absolon, ¡por supuesto que no era una persona cualquiera!
—Bien, bien. Mientras yo siga vivo, nadie podrá arrebatarte el puesto de presidenta. —La declaración de Ralph resonó con firmeza en la habitación.
Sadie se emocionó.
—Pero me estoy haciendo viejo —continuó Ralph, suavizando el tono—. No me queda mucho tiempo. —Hizo una pausa para dar un largo suspiro—. He traído conmigo a alguien de Colnoque, alguien que puede ayudarte.
Sadie parpadeó. La sonrisa de Ralph se había vuelto misteriosa, dejándola desconcertada y un poco preocupada.
Ralph hizo un gesto con la mano y señaló a alguien detrás de él.
—¡Blaine, ven aquí!
Un hombre salió de una habitación contigua.
Sadie abrió un poco los ojos al ver quién era: Blaine Castro, el nieto de Ralph.
Era joven y guapo, tal y como cabría esperar. Pero la sonrisa despreocupada y aparentemente irreverente que se dibujaba en sus labios daba la impresión de que era más frívolo que ideal.
Blaine le sonrió y la saludó con la cabeza. —¡Hola, Sadie! ¿Qué tal?
Sadie se esforzó por no levantar una ceja. No estaba acostumbrada a que nadie le hablara de manera tan descarada.
Ralph lanzó una mirada de desaprobación a Blaine. —¡Tú, granuja, modera tus modales! —le regañó, aunque no parecía realmente enfadado—. No te lo tomes a pecho, Sadie. No ha sido su intención ofenderte.
Sadie sonrió y negó con la cabeza. —No pasa nada.
Ralph tarareó y asintió. —Blaine puede ser un poco descarado, pero es de fiar. Quédate con él, Sadie. Si necesitas algo, puedes dejar que él se encargue.
Sadie miró alternativamente al abuelo y al nieto.
Sabía que el anciano solo tenía buenas intenciones para ella.
—Gracias, señor Castro.
Ralph hizo un gesto con la mano para que no se preocupara. —Somos prácticamente familia. ¿Qué hay que agradecerme? De todos modos, llevas un rato ahí de pie. Seguro que estás cansada. Ven, siéntate y descansa un poco.
Sadie se sentó a su lado.
Ralph le tomó la mano y le preguntó por cómo iban las cosas en la empresa y en su vida personal.
Ella mantuvo la compostura mientras respondía a cada una de sus preguntas. Ralph la escuchó con atención, expresando ocasionalmente sus pensamientos con un murmullo o un gesto de asentimiento.
—Sadie, ¿por qué no te quedas a comer hoy? —sugirió el anciano.
—Me haría compañía y podríamos charlar un rato más.
Sadie miró la hora. —Claro. Se lo agradezco, señor Castro.
«Oh, por favor. Me alegro mucho de que estés aquí», dijo Ralph con una sonrisa. «Compartir una comida contigo siempre es un placer».
Aquel día disfrutaron de un almuerzo abundante y, mientras comían, continuaron con su conversación cálida y distendida.
Ralph parecía no agotarse nunca los temas de conversación y Blaine intervenía de vez en cuando con bromas que hacían reír al anciano.
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