El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 664
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Capítulo 664:
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«¡Sadie se ha desmayado! ¡Llamen a una ambulancia!».
A la mañana siguiente, Sadie se despertó en el hospital. Le dolía todo el cuerpo y se sentía completamente agotada. Aún no podía aceptar la muerte de Noah.
De repente, la puerta de su habitación se abrió de golpe. Samuel entró apresuradamente al verla despierta.
—Señorita Hudson, hay problemas en la empresa —dijo con urgencia—. Hace tres días, el señor Noel y la señora Burgess visitaron el Wall Group, pero usted no estaba allí. El señor Noel se marchó inmediatamente y ahora toda la empresa lo sabe. Los accionistas se reúnen hoy y parecen dispuestos a enfrentarse a usted.
La confusión de Sadie se disipó. El Wall Group era el legado de Noah, Absolon y Nigel. Estaba decidida a defenderlo.
Se incorporó, bajó las piernas de la cama y se calzó los zapatos. —Vamos a la empresa —declaró.
Samuel asintió y se apresuraron a regresar al Wall Group.
Al llegar, encontraron a Tina dando órdenes a un subordinado. Al ver a Sadie, Tina se acercó rápidamente.
—Sadie, ten cuidado. Coyle también acaba de llegar.
Sadie asintió ligeramente con la cabeza en señal de que había entendido la advertencia. Tomó el ascensor directamente hasta la planta donde se encontraba la sala de reuniones.
Los sonidos de la discusión se oían incluso a través de la puerta cerrada.
—¡El desprecio de la Sra. Hudson por la empresa es inaceptable!
—¡La pérdida de una asociación tan crucial se debe exclusivamente a la negligencia!
—¡Propongo que destituyamos a Sadie de su cargo de presidenta!
Era la voz de Coyle.
Samuel, que lo oyó, comenzó a sudar.
Sadie mantuvo la compostura y abrió la puerta de la sala de conferencias. La sala se quedó en silencio al instante.
Bajo la mirada escrutadora de todos los presentes, Sadie caminó con confianza hasta la cabecera de la mesa. A pesar de su palidez, su postura era firme. Miró a los accionistas y finalmente posó la mirada en Coyle. Una leve sonrisa burlona apareció en sus labios.
—Coyle, parece que estás muy interesado en que me destituyan de mi cargo. Supongo que ya tienes un sustituto en mente. —Hizo una pausa, con un tono ligeramente sarcástico—. ¿O tal vez eres tú?
Sus palabras, teñidas de ironía, cargaron el ambiente de tensión y confrontación.
El rostro de Coyle se tiñó de rojo. Estaba enfadado y avergonzado. No esperaba que Sadie fuera tan directa, despojándolo de toda pretensión de dignidad.
—Bueno… —Tosió, intentando aliviar la tensión—. Solo actúo en interés de la empresa. Es una medida necesaria. —Sus palabras transmitían una rectitud superficial.
Añadió tras una breve pausa: «Hace tres días, el Sr. Noel, del Grupo Burgess, se tomó la molestia de venir aquí y usted, Sadie, no acudió a la cita. Esto le obligó a marcharse. Sin duda, esto requiere una explicación. Si está demasiado ocupada para dirigir la empresa, como miembro senior, estoy dispuesto a intervenir».
El tono de Coyle parecía preocupado, como si realmente le importara el bienestar de la empresa. Alardeaba sutilmente de sus propias capacidades, sugiriendo que él era un presidente más adecuado.
Al escuchar sus tonterías, Sadie no pudo resistirse a aplaudir. El sonido agudo resonó con fuerza en la silenciosa sala de conferencias. Un accionista anciano, que había permanecido en silencio, suspiró con pesar. «Sadie, esta vez has ido demasiado lejos».
Los accionistas más veteranos que estaban a su lado parecían igualmente decepcionados. En su día habían creído que la nieta de Absolon podría dirigir eficazmente el Wall Group. Ahora dudaban de su juicio.
Sadie se tomó un momento, consciente de que todos los ojos estaban puestos en ella, y luego se puso de pie y se dirigió a la sala con confianza. —Denme tres días. Yo misma restableceré nuestra asociación con el Burgess Group.
Añadió con voz cada vez más intensa: «Si no lo consigo en tres días, dimitiré como presidenta». Su audaz declaración conmovió a todos los presentes.
Nadie había previsto un desafío tan directo por parte de Sadie.
Coyle se quedó desconcertado; no esperaba tal audacia por su parte.
Tres días le parecían muy poco tiempo para que ella pudiera idear un plan. Decidió esperar y ver cómo se las arreglaba Sadie.
Coyle esbozó una sonrisa forzada. «Dado que Sadie ha dejado clara su postura, esperaremos sus buenas noticias». Los demás accionistas intercambiaron miradas y el ambiente se volvió un poco incómodo. Pero, al final, estuvieron de acuerdo.
Cuando se levantó la sesión, Sadie dijo de repente: «Coyle, por favor, quédese».
Coyle se detuvo y se volvió con expresión confundida. —¿Tienes algo más que decir? —Su tono era hostil, con un matiz desafiante—. ¿O estás dispuesta a admitir tu derrota?
Sadie respondió con una risa fría. Se acercó a Coyle, con la mirada fija en él. —El patriarca de la familia Wall ha fallecido, un acontecimiento importante para todos nosotros. Como miembro de la familia, deberías haberle rendido tus respetos —dijo Sadie con voz fría—. Habíamos organizado el funeral y te lo habíamos comunicado, pero decidiste no asistir. ¿Estás pensando en distanciarte de nosotros? —Su tono era tajante.
Coyle temblaba de rabia, con los puños apretados. Se puso pálido y empezó a respirar con dificultad. Le enfurecía la audacia con la que ella se atrevía a enfrentarse a él tan abiertamente. Era evidente que estaba desafiando su dignidad.
Antes de que pudiera responder, Sadie añadió: —Si no apareces hoy, mañana por la mañana anunciaré que tú y tus hijos ya no formáis parte de la familia Wall.
Con esas últimas palabras, se dio la vuelta y salió sin mirar atrás.
El silencio volvió a envolver la sala de conferencias. Los demás accionistas intercambiaron miradas inquietas, sin que ninguno quisiera ser el primero en hablar.
En ese momento, el asistente de Coyle se acercó a él con cautela.
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