El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 557
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Capítulo 557:
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A Terrance se le escapó una risa lenta y sin humor. —¿No dijiste una vez que no había motivo para alarmarse? ¿Que, viniera la tormenta que viniera, la capearíamos? ¿Y ahora? ¿Un empujón de Noah y ya estás temblando?
Elbert tragó saliva con dificultad y apretó los dedos contra el borde de la mesa. —Pero…
—No hay peros. —La voz de Terrance era firme, afilada como el acero.
Elbert dudó, luego exhaló lentamente y miró a Alex.
Durante mucho tiempo, había considerado al joven un extraño, alguien que nunca estaría realmente de su lado. Sin embargo, ahora, en ese momento de crisis, Alex estaba allí, silencioso, firme, inquebrantable.
—Está bien —dijo Elbert entre dientes—. Entonces pensemos en nuestro próximo movimiento.
Los cuatro se inclinaron hacia delante, hablando en voz baja, con la urgencia agudizando cada palabra. La discusión se volvió despiadada, analizando cada camino posible, cada riesgo calculado.
La tensión se palpaba en la habitación a medida que el tiempo se agotaba. Entonces… ¡Bang!
La puerta se abrió de un violento puntapié, golpeando contra la pared. El ruido sobresaltó a todos los presentes. Los cuatro se giraron bruscamente hacia la entrada.
Noah estaba en la puerta, como una tormenta encarnada. Vestía un elegante traje negro y su presencia irradiaba una fría autoridad, mientras sus agudos ojos escaneaban la habitación como un depredador que ha fijado su mirada en su presa.
Detrás de él se alzaba un escuadrón de hombres, cada uno con un bate de béisbol en la mano.
El aire dentro de la sala privada cambió, densificándose con la tensión. Un grito agudo rompió el silencio. Aliza gritó, aferrándose a Elbert, con todo el cuerpo temblando.
Elbert palideció, pero reprimió su miedo y se obligó a mantenerse en pie. Su voz, aunque temblorosa, seguía teniendo peso. —Noah, ¿qué demonios crees que estás haciendo?
Terrance se puso en pie en un instante, con la mirada fija en Noah y una expresión que mezclaba furia e incredulidad.
¿Por qué había aparecido Noah allí?
¿Podría ser…?
Una posibilidad aterradora cruzó la mente de Terrance, pero antes de que pudiera expresarla, una voz rompió la tensión asfixiante.
—Noah, por fin has venido…
Todas las miradas se volvieron hacia Alex, que salió de detrás de su padre.
Su rostro era impenetrable, su mirada firme, demasiado firme, como si hubiera previsto este momento mucho antes de que llegara.
Una sonrisa burlona se dibujó en los labios de Noah, y una chispa de diversión brilló en sus ojos oscuros al encontrar la mirada de Alex.
—Sr. Howe, debería centrarse en los asuntos de la familia Howe. Déjeme esto a mí.
Alex no dijo nada al principio. En cambio, se volvió y lanzó una mirada larga y pesada a Terrance, con una tormenta silenciosa gestándose en sus ojos. Luego, en un susurro apenas audible, murmuró: «Cuídate, papá». Y sin más, se alejó. Ni una sola vez miró atrás.
Detrás de él, Terrance, Eliza y Elbert permanecían paralizados en un silencio atónito.
—Tú… qué… —tergiversó Terrance, señalando a su hijo con la mano temblorosa y entreabriendo los labios, pero sin poder articular palabra.
La traición le había herido tan profundamente que le había dejado sin habla. Su propio hijo. Su propia carne y sangre.
Alex se había puesto del lado de Noah.
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