El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 519
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 519:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
La voz de Nanette rompió el silencio. —Sadie, ¿te apetece comer algo? Mañana te puedo traer algo.
Sadie parpadeó y esbozó una sonrisa forzada. —No tengo mucho apetito. No te molestes.
¿Cómo podía pensar en comida cuando solo podía pensar en Noah? Entonces, como si alguien hubiera accionado un interruptor, algo dentro de ella se rompió. —NO. No puedo quedarme aquí sentada sin hacer nada.
Sus ojos se volvieron penetrantes, llenos de una repentina determinación. Sin pensarlo dos veces, apartó las mantas y dejó caer las piernas al borde de la cama.
—¡Sadie! ¿Qué estás haciendo? —La voz alarmada de Nanette resonó mientras se lanzaba hacia delante para detenerla.
—Me voy de aquí. La voz de Sadie era firme, inflexible. —No puedo quedarme aquí tumbada esperando, tengo que averiguar qué está pasando realmente.
Nanette palideció. —Pero tu salud… ¡Sadie, aún te estás recuperando! —Su voz temblaba, cargada de preocupación, y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Estoy bien —Sadie apartó la mano de Nanette con voz firme e inquebrantable.
—Nanette, no intentes detenerme. Tengo que irme.
Su cuerpo estaba débil, cada movimiento era una lucha contra su propia fragilidad, pero se obligó a ponerse de pie, con pasos vacilantes pero decididos.
—¡Sadie! ¡Detente! —La voz de Nanette se quebró, cargada de lágrimas y frustración. Conocía demasiado bien a Sadie: una vez que se proponía algo, no había quien la hiciera cambiar de opinión. Obstinada era quedarse corta.
Sadie no prestó atención al tono desesperado de Nanette. Simplemente siguió adelante.
Al llegar al armario, lo abrió de un tirón y rebuscó entre la ropa con determinación. Cada movimiento, aunque ligeramente tembloroso, era deliberado.
Nanette solo podía mirar, preocupada, con el corazón encogido mientras Sadie se preparaba para salir a enfrentarse a la tormenta que la esperaba.
—¡Doctor! ¡Doctor! ¡Por favor, deténgala! ¡Está intentando salir del hospital! —El grito de pánico de Nanette resonó en el pasillo, con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas.
En cuestión de segundos, el médico entró corriendo, solo para encontrar a Sadie ya vestida, con una determinación tan clara como el agua. Su expresión se ensombreció con preocupación. —Señorita Hudson, no está en condiciones de recibir el alta. Si se marcha ahora, correrá el riesgo de sufrir complicaciones graves.
Sadie lo miró fijamente, sin vacilar. —Doctor, entiendo perfectamente mi estado. Pero tengo algo mucho más importante que hacer.
El médico abrió la boca para protestar, pero no le dejó hablar.
—No malgaste su aliento, doctor. —El tono de Sadie era definitivo y cortante como una navaja—. Mi decisión está tomada. Nada la cambiará.
—Sadie, eres increíble. —Una voz grave y fría cortó el aire como una repentina ráfaga de viento invernal. Sadie contuvo el aliento. La certeza que sentía en el pecho vaciló y todo su cuerpo se paralizó en medio del paso.
Lentamente, se volvió. Noah estaba de pie en la puerta, alto, imponente, con los anchos hombros enmarcados por las líneas nítidas de su impecable traje negro. Cada centímetro de su cuerpo irradiaba una autoridad tranquila.
Pero sus ojos… Esos ojos profundos y penetrantes se clavaron en ella con una intensidad que le hizo sentir un escalofrío recorriendo su espalda.
Sin apartar la mirada, dio un paso adelante.
—¿Noah? —La voz de Sadie temblaba, apenas era un susurro. No esperaba verlo. No aquí. No ahora.
Su mente buscaba palabras, una explicación, cualquier cosa, pero no se le ocurría nada.
—Todos fuera. —La voz de Noah era gélida, autoritaria, absoluta.
Su mirada era indescifrable, su presencia sofocante, pesada como una tormenta a punto de estallar.
.
.
.