El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 505
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Capítulo 505:
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Tenía un aspecto demacrado, los ojos inyectados en sangre, el rostro pálido y los labios agrietados, mostrando signos de agotamiento extremo.
Sin embargo, se mantuvo imperturbable, con la mirada fija en las puertas cerradas, con la mente puesta únicamente en Sadie.
Después de lo que pareció una eternidad, la siniestra luz roja finalmente se apagó.
—¡Chirrido!
Las puertas se abrieron con un chirrido.
El médico salió, con una sonrisa cansada pero esperanzada en el rostro. —Señor Wall, la operación ha sido un éxito. Hemos eliminado por completo el coágulo de sangre del cerebro de la paciente y ya no corre peligro inmediato.
—¿En este momento? —La expresión de Noah se tensó y su voz se volvió áspera—. ¿Qué significa eso?
—La amenaza inmediata ha desaparecido, pero debido a la gravedad de la lesión cerebral, no sabemos cuándo recuperará la conciencia, ni siquiera si lo hará —explicó el médico en tono sombrío—. Deben prepararse para todas las posibilidades.
Noah permaneció en silencio durante un momento. —Trasládenla a la mejor habitación. Yo mismo supervisaré su recuperación —afirmó con firmeza.
—Por supuesto, señor Wall —respondió el médico sin dudar.
En la sala VIP, Sadie yacía inmóvil, con el rostro pálido y sin vitalidad aparente. Tenía la cabeza envuelta en gruesos vendajes y el cuerpo conectado a una serie de tubos, lo que la hacía parecer muy vulnerable.
Noah estaba sentado a su lado, sosteniéndole la mano con firmeza.
—Sadie, lo siento mucho… —Su voz se quebró, llena de arrepentimiento—. Es culpa mía. Por favor, despierta. Tienes que despertar, ¿vale? Tengo tantas cosas que decirte…
Hizo una pausa, con la voz cargada de emoción, y añadió: —Cuando despiertes, nosotros… tú, Averi y yo… nunca volveremos a separarnos. Noah besó suavemente la fría frente de Sadie.
En ese momento, su teléfono rompió el silencio solemne de la habitación. Miró quién llamaba: era Samuel.
Recuperando la compostura, Noah respondió.
—Señor Wall, hemos detenido a esos matones —dijo Samuel.
—Bien —respondió Noah en voz baja, con tono neutro.
Tras colgar, se puso de pie y miró a Sadie con una mezcla de emociones. Le tomó la mano con ternura y se la llevó a los labios para darle un beso suave.
—Sadie, espérame aquí, ¿de acuerdo? —su voz era suave y tranquilizadora—. Volveré pronto.
Tras darle un último beso prolongado, salió de la sala.
—Protegedla bien. No permitáis que nadie la moleste —dijo Noah con un tono gélido y autoritario que no admitía réplica.
—Entendido, señor Wall —respondieron al unísono los guardaespaldas que estaban en la puerta, con voces que resonaban con firme determinación.
El pasillo que rodeaba la sala VIP estaba repleto de hombres de Noah, cada uno de ellos en posición de centinela, formando una barrera impenetrable. Su vigilancia era inquebrantable.
Noah caminaba con paso firme por el pasillo, su presencia irradiaba una tensión palpable. Su expresión era sombría e intimidante. Si alguna vez Noah había parecido un caballero refinado, ahora irradiaba un aura peligrosamente letal.
Estaba decidido a vengarse de quienes habían hecho daño a Sadie. Al salir del hospital, Noah se subió a su Rolls-Royce Phantom negro, que lo llevó rápidamente hacia las afueras de la ciudad.
En una fábrica abandonada y desolada, que en su día fue un bullicioso centro de fabricación de piezas mecánicas y ahora era un esqueleto debido a la mala gestión, el ambiente estaba cargado de abandono. Las paredes estaban cubiertas de telarañas y polvo, mientras que el suelo estaba cubierto de escombros y piezas oxidadas. El hedor a podredumbre impregnaba el aire.
Unas pocas lámparas incandescentes parpadeaban débilmente, proyectando la luz justa para iluminar una pequeña parte de la fábrica.
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