El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 462
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Capítulo 462:
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Alex empezó a responder, pero fue interrumpido por una voz familiar. «¿Qué están discutiendo ustedes dos?». Sadie acababa de entrar.
Se quedó en la puerta, con expresión de desconcierto mientras absorbía la atmósfera tensa de su apartamento.
Al ver a Sadie, Alex moderó inmediatamente su actitud, y su frustración dio paso a una tierna preocupación. «Ya regresaste, Sadie».
Se acercó a ella con tono cálido. —¿Estás bien? Estaba preocupado por ti.
Sadie le miró brevemente y respondió con indiferencia: —Estoy bien.
—Sadie. —Alex se detuvo, buscando las palabras adecuadas—. Sobre lo de antes… Lo siento. Mi madre no quería hacerte daño.
Sadie palideció. Se recompuso y respondió: «Alex, fue un malentendido por parte de tu madre».
«Pero…», intentó explicar Alex, pero Sadie lo interrumpió. «Ya basta. Olvidémoslo». Su voz denotaba agotamiento. «Estoy cansada. Necesito descansar».
Alex la miró, con el rostro marcado por la preocupación. Abrió la boca para hablar, buscando consolarla, pero no encontró las palabras adecuadas.
Noah observaba desde la distancia, con actitud impasible. Podía sentir el vínculo especial que existía entre Sadie y Alex, una conexión de la que se sentía excluido. La envidia lo carcomía, alimentando especulaciones descabelladas de que Sadie y Alex podrían haber hablado de compromisos serios, como el matrimonio. Este pensamiento no hizo más que aumentar su irritación.
—¡Pak! —Noah chasqueó los dedos bruscamente.
Al instante, hombres vestidos con trajes negros irrumpieron en la sala, con movimientos rápidos y coordinados, y rodearon a Alex.
—¿Qué estás haciendo, Noah? —exclamó Sadie, presa del pánico, mientras se adelantaba para intervenir.
Pero Noah se apresuró a agarrarla por la muñeca y la atrajo hacia sí. Sus ojos eran fríos mientras miraba a Alex. —Lleváoslo.
—Entendido, señor Wall —respondieron los hombres de negro al unísono, moviéndose para detener a Alex.
—¡Suéltame! ¡Suéltame! —Alex luchó en vano.
—¡Suéltalo, Noah! —Sadie intentó liberarse del firme agarre de Noah, pero él la sujetó con fuerza.
—¡Pak! —Noah chasqueó los dedos una vez más. Esta vez, un nuevo grupo de hombres rodeó a Averi.
—¡Averi! —El grito de Sadie rasgó el aire mientras el pánico la invadía. Impulsada por el instinto, se abalanzó hacia su hijo.
Pero los hombres fueron más rápidos. Uno de ellos cogió al niño confundido de la mesa del comedor.
—¿Qué están haciendo? ¡Déjenlo! —gritó Sadie, con voz aguda y desesperada mientras intentaba avanzar. Noah se mantuvo firme, bloqueándole el paso.
La rodeó con los brazos por la cintura, inmovilizándola contra él.
—¿Has perdido la cabeza? —gritó Sadie, luchando violentamente y dejando rastros de sangre en el brazo de Noah con las uñas. Sin embargo, Noah parecía inmune al dolor.
—Mamá… Mamá… —La voz aterrorizada de Averi atravesó el caos. Se retorcía en los brazos del hombre, y sus gritos se sumaban al desgarro de la escena.
Sadie dejó de forcejear, con el rostro bañado en lágrimas mientras miraba a Noah. Su voz temblaba. —Noah… ¿Qué… qué quieres?
La expresión de Noah era sombría e indescifrable mientras se inclinaba hacia ella, con su aliento cálido en su oído. Su voz era baja, convincente y peligrosamente seductora. —Sadie, ¿de verdad… deseas tanto a un hombre?
—Tú… —La voz de Sadie se quebró. No encontraba las palabras.
Noah la agarró con más fuerza, acercándola a él como si quisiera fusionarla con él.
Noah se inclinó y le susurró al oído a Sadie: «Si alguna vez necesitas a un hombre… sabes dónde encontrarme».
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