El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 447
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Capítulo 447:
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«¿Por qué?», preguntó Averi con expresión abatida, su decepción palpable.
«La comida rápida no es la mejor opción», explicó Noah con delicadeza.
«Pero… pero me apetece mucho…», dijo Averi con voz temblorosa, su súplica teñida por las lágrimas que empezaban a brotar.
Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de pollo frito y patatas fritas, y le apetecían mucho.
Al ver a su hijo a punto de llorar, Sadie intervino rápidamente. «No pasa nada por comerlo de vez en cuando».
No quería decepcionar a su hijo ni discutir con Noah por algo tan insignificante.
Noah posó la mirada en el rostro de Sadie y sintió que su determinación se derretía.
«Está bien. Solo esta vez», dijo finalmente.
«¡Sí! ¡Sr. Wall, usted es el mejor!», exclamó Averi, rebosante de emoción mientras abrazaba la pierna de Noah.
Noah se tensó ligeramente ante el abrazo inesperado.
La sensación era… inusual.
Bajó la mirada hacia el niño y sus rasgos se relajaron en una sonrisa amable.
Al observar esto, Sadie sintió que sus emociones se enredaban en su interior.
Estaba dividida, sin saber si alegrarse o preocuparse.
Quería que Averi se uniera a Noah, pero le preocupaba que su vínculo se hiciera más profundo.
—Vamos —dijo Noah, sacándola de su ensimismamiento.
Tomó a Averi de la mano y lo llevó hacia el estacionamiento.
Sadie los siguió en silencio, con el corazón dolorido por una punzada agridulce.
El coche de Noah, un elegante Rolls-Royce Phantom negro, estaba aparcado junto a la acera, su presencia una silenciosa declaración de elegancia y poder.
Abrió la puerta a Averi y luego se volvió hacia Sadie.
—Sube —dijo con tono neutro.
Tras dudar un momento, Sadie se subió al coche.
El trayecto fue silencioso, cargado de una tensión tácita.
Solo Averi rompía el silencio, con su charla juvenil en marcado contraste con el mutismo de los adultos.
El KFC estaba lleno de ruido y actividad.
Averi, cogido de la mano de Noah, señalaba emocionado las fotos del menú. —¡Señor Wall, quiero esto! ¡Y esto! ¡Y esto!
Noah escuchaba con paciencia, asintiendo con la cabeza y esbozando una suave sonrisa.
Sadie se quedó a un lado, observando en silencio.
Qué perfectas serían las cosas si su relación con Noah fuera menos complicada.
Una punzada de nostalgia le atravesó el corazón.
Una vez sentados junto a la ventana, Averi se abalanzó sobre la comida con entusiasmo, sin ocultar su alegría. «¡Qué rico! ¡Qué rico!», decía con la boca llena.
Noah observaba al niño comer con entusiasmo, con expresión pensativa, pero permaneció en silencio.
Probó un bocado de la hamburguesa, frunciendo el ceño. ¿De verdad estaba tan buena? Lo dudaba.
Noah no entendía por qué a Averi le gustaba tanto esa comida.
Al ver la mirada vacilante de Noah, Sadie se echó a reír.
Noah le lanzó una mirada rápida, pero permaneció en silencio.
Continuó comiendo su hamburguesa en silencio, mirando de vez en cuando por la ventana. Cerca de allí, bajo un árbol imponente, una figura permanecía en silencio, aparentemente esperando algo.
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