El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 436
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Capítulo 436:
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Samuel dio un paso cauteloso hacia el escritorio, con voz apagada.
—Señor Wall…
Noah se recostó en su sillón de cuero, con los dedos entrelazados delante de él y la mirada fija en la puerta cerrada.
La expresión de su rostro hizo que Samuel dudara.
—Los juguetes… —intentó de nuevo, con voz apenas audible.
—Devuélvelos a Myrtlewood Estate —dijo Noah, con voz baja y cansada.
—Sí, señor Wall. Samuel no se atrevió a hacer más preguntas. Rápidamente se agachó y empezó a recoger los juguetes, uno por uno.
La oficina estaba en un silencio inquietante, solo roto por el ruido sordo de Samuel recogiendo los juguetes y apilándolos ordenadamente.
Noah no apartó la mirada de la puerta ni un solo instante. Su mente no dejaba de reproducir la imagen de Sadie saliendo, con la espalda recta y el paso decidido.
Había pensado que podría hacer las paces. Estaba claro que se había equivocado.
Noah apretó los puños con tanta fuerza que se le pusieron blancos los nudillos y se le marcaron las venas del dorso de las manos.
—Samuel —dijo tras una larga pausa, con voz ronca.
—¿Sí, señor Wall? —Samuel se levantó y se sacudió el polvo de los pantalones.
—¿A qué guardería va Averi?
Samuel se mostró visiblemente sorprendido. No se esperaba esa pregunta.
Pensó un momento antes de responder con cautela:
—Bueno, Averi solía ir a una en el extranjero. Desde que regresó a Helva, va a la guardería Sunshine.
Noah frunció el ceño.
—En realidad, señor Wall… bueno, Breck me ha dicho que el próximo lunes es el Día de los Padres en el jardín de infancia Sunshine. Es cuando los padres llevan a sus hijos al jardín de infancia y se quedan allí todo el día. —El tono de Samuel era cauteloso. A juzgar por el estado de ánimo de Noah, sabía que debía andar con cuidado.
Noah dio unos golpecitos con los dedos sobre el escritorio y Samuel casi podía sentir cada sordo golpe resonando en su propio pecho.
El aire se volvió denso por la tensión.
—Cancele todas mis citas para el próximo lunes —dijo Noah finalmente, con voz llena de renovada determinación.
—¿Todas? —repitió Samuel.
En respuesta, Noah se volvió y le lanzó una mirada afilada.
—Entendido, señor Wall. —Samuel asintió rápidamente y bajó la cabeza, repitiendo en silencio la palabra «todas» en su mente.
Recogió rápidamente los juguetes y salió en silencio de la oficina.
En cuanto entró en la recepción, soltó un largo y profundo suspiro. Sintió como si le hubieran quitado un peso de encima.
Pero entonces se le ocurrió algo. Había un problema.
Samuel dudó, debatiéndose consigo mismo durante un momento, antes de llamar de nuevo a la puerta de la oficina y entrar.
—Disculpe, señor Wall…
—¿Qué pasa ahora? —preguntó Noah con impaciencia.
—El lunes que viene también es el cumpleaños de la señorita Wade —dijo Samuel, y luego contuvo la respiración, preparándose para la respuesta.
Un silencio pesado cayó sobre la habitación, cargado de tensión tácita.
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