El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 424
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Capítulo 424:
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«Ocho millones». Kyla subió la oferta.
«Sigue siendo demasiado bajo para el riesgo».
«Diez millones. Es mi última oferta», respondió Kyla con sequedad.
El tono al otro lado pasó de desdeñoso a complaciente.
«Bueno, señorita Wade, eso ya está mejor. Acepto el trabajo. ¿Quién es el objetivo?».
Kyla articuló cada sílaba con precisión.
«Laura Stewart, en el hospital del centro».
«Considérelo hecho, señorita Wade. Se llevará a cabo con discreción, sin complicaciones».
Kyla colgó el teléfono y se dejó caer sobre la cama, con el cuerpo temblando incontrolablemente.
La sala estaba impregnada del olor acre del desinfectante.
Poco a poco, Sadie se movió, parpadeando para quitarse el aturdimiento de la siesta.
En la cama del hospital, Laura yacía inmóvil, con el goteo del suero marcando el paso con su tictac constante, llenando de sonido la silenciosa habitación.
—Abuela… —La voz de Sadie era débil, tenía la garganta seca.
Intentó incorporarse, pero le fallaron las fuerzas; solo pudo girar la cabeza y sus ojos se posaron en los lirios blancos que había sobre la mesita de noche.
Entonces, con el rabillo del ojo, percibió una presencia.
Un médico, completamente enfundado en una bata blanca, mascarilla y gorro, estaba casi totalmente oculto, salvo por los ojos.
Sostenía una jeringuilla y se acercaba a la cama de Laura.
Sadie sintió una oleada de inquietud.
Su estado de alerta se agudizó. Intentó ver mejor el rostro del médico, pero este permanecía inclinado, con los rasgos ocultos.
Al llegar a la cama, levantó en silencio el tubo intravenoso de Laura, dispuesto a inyectarle el contenido de la jeringa.
—¡Espere! —gritó Sadie con todas sus fuerzas—. ¿Qué le está administrando a mi abuela?
El médico se quedó paralizado, tensando su postura por un momento antes de volverse lentamente hacia Sadie.
El sudor era visible en su frente bajo las brillantes luces de la sala, y sus ojos delataban un destello de pánico.
—Es… es solo una solución nutritiva —balbuceó con voz temblorosa.
Una gran inquietud se apoderó del estómago de Sadie.
Si solo era una solución nutritiva, ¿por qué tanto misterio? Sadie reconocía a todos los médicos que trataban a Laura, pero este era un desconocido.
¿Qué médico legítimo actuaba de forma tan visiblemente nerviosa?
—¿De qué departamento es? No le he visto antes por aquí —dijo Sadie, manteniendo la voz firme a pesar del miedo que crecía en su interior.
El hombre apartó la mirada y respondió con voz temblorosa: «Yo… soy nuevo. Hoy es mi primer turno».
Las sospechas de Sadie aumentaron.
¿Un médico nuevo? ¿En su primer día?
¿Por qué un novato iba a administrar una inyección sin el consentimiento de los médicos habituales de su abuela?
«Enséñeme su tarjeta de identificación», exigió Sadie con tono gélido mientras lo miraba fijamente.
El médico se agitó aún más. Buscó frenéticamente en sus bolsillos, pero fue en vano.
Su respiración se volvió más irregular y el sudor comenzó a brotar de su frente.
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