El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 418
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Capítulo 418:
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Noah apretó el teléfono con más fuerza.
Su voz era baja y firme. «Gracias».
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea.
«¿Eh?», preguntó Nanette, confundida. «Espera… ¿Quién eres?».
Parpadeó, desconcertada por la voz desconocida.
Abrió los labios para preguntar, pero antes de que pudiera decir una palabra, la llamada se cortó abruptamente.
Apartó el teléfono de la oreja y miró la pantalla con confusión. ¿Quién era? Sadie nunca había mencionado a un marido. Ni una sola vez.
Noah exhaló lentamente y volvió a guardar el teléfono en el bolsillo de Sadie. Volvió a mirarla, con su delicada mano aún envuelta en la suya.
No sabía exactamente qué le había pasado a Laura. Todavía no. Pero lo averiguaría. Y le daría a Sadie las respuestas que se merecía.
A la mañana siguiente, un olor fuerte y estéril a desinfectante quemó los sentidos de Sadie.
Sus párpados se agitaron. Sus dedos se crisparon contra las sábanas impolutas. Un techo blanco y desolador. Luces fluorescentes brillando sobre su cabeza.
Un hospital.
El pánico la invadió en oleadas. Los recuerdos se estrellaron contra ella de golpe, fragmentos destrozados que se unían en una violenta carrera.
El cuchillo en su mano. Presionado contra Isabel.
Se le cortó la respiración y un dolor agudo y sofocante se extendió por su pecho. «¡Abuela!».
Sadie saltó de la cama, con los pies entumecidos por el suelo frío y duro.
Sin molestarse en ponerse los zapatos, salió tambaleándose de la habitación del hospital.
El pasillo estaba lleno de actividad, repleto de gente que se movía en todas direcciones. Agarró a una enfermera por el brazo, con la voz temblorosa y apenas audible. —¡Disculpe! ¿Cómo está Laura Stewart?
Sorprendida por la urgencia de Sadie, la enfermera se detuvo antes de responder. —¿Co… qué? ¿Ha dicho Stewart? —Buscó en su memoria—. Se referirá a Laura Stewart, ¿verdad? Ella… no ha sobrevivido —murmuró la enfermera, bajando la voz—. No hemos podido reanimarla. Ha fallecido.
Las palabras de la enfermera nublaron momentáneamente la visión de Sadie.
De repente, Sadie se sintió débil, notó que las piernas le fallaban y comenzó a caer.
—¡Sadie! —Un brazo fuerte la sujetó justo a tiempo y un aroma familiar y fresco la envolvió.
Era Noah.
Al verlo, sintió una oleada de tristeza y frustración. Las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a correr por su rostro.
En un arrebato de emoción, le dio una bofetada en la cara.
La bofetada resonó en el pasillo. Una marca de mano quedó impresa en la mejilla de Noah. Él no se inmutó ni reaccionó. Sus ojos transmitían un profundo dolor.
«¿Por qué… por qué has intervenido…?» Sadie apenas logró articular entre lágrimas.
Sus gritos se volvieron incontrolables.
Noah la abrazó con fuerza, tratando de consolarla.
Con un empujón fuerte, Sadie lo apartó, gritando entre sollozos: «¡Está muerta! ¡Mi abuela está muerta! ¡Es culpa mía, todo es culpa mía!».
Abrumada por el dolor, se derrumbó en el suelo, cubriéndose el rostro mientras lloraba amargamente.
Noah se arrodilló ante ella, intentando abrazarla. Ella se echó hacia atrás, empujándolo con feroz determinación.
«¡No te atrevas a tocarme!», gritó con los ojos enrojecidos y llenos de ira, clavados en él. «¡Tú tienes la culpa! ¡Toda tu familia la tiene! ¡Tú eres el motivo por el que ella se ha ido! ¡Te juro que haré que te arrepientas de lo que le ha pasado a mi abuela!».
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