El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 396
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Capítulo 396:
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Sin embargo, la verdad… no podía dársela.
Todavía no.
—Sobre tu madre… —Su voz titubeó ligeramente antes de estabilizarse—. Te ayudaré a descubrir la verdad.
Sadie se tensó. Levantó la cabeza de golpe, con los ojos muy abiertos, buscando sinceridad en su rostro.
—¿De verdad?
Noah la miró sin vacilar.
—Sí. —Su tono era firme, inquebrantable—. Haré todo lo que pueda.
Ella contuvo las lágrimas y se mordió el labio inferior mientras luchaba por controlar el temblor de su voz.
—Gracias.
Noah mantuvo la expresión serena, pero sus palabras denotaban una cálida ternura.
—No tienes que darme las gracias. Soy tu marido. Descansa y déjame ocuparme del resto.
Su promesa envolvió a Sadie como un bálsamo calmante, ahuyentando la oscuridad que se había apoderado de su corazón durante tanto tiempo.
Con la influencia de la familia Wall a sus espaldas, la posibilidad de encontrar a su madre ya no era solo una frágil esperanza.
Por primera vez en lo que le pareció una eternidad, sus tensos nervios comenzaron a relajarse. Una profunda fatiga la invadió, más intensa de lo que había previsto.
Sadie se acurrucó en el sofá y, sin darse cuenta, se quedó dormida.
A medida que avanzaba la noche, el silencio envolvió la habitación, solo interrumpido por el ocasional claxon de un coche lejano.
Noah terminó de responder algunos correos electrónicos y miró a Sadie, que dormía profundamente en el sofá. Sus largas pestañas proyectaban delicadas sombras sobre sus mejillas, y la suave iluminación resaltaba sus rasgos delicados.
En silencio, se levantó, se acercó y la levantó con cuidado del sofá. Después de arroparla, se sentó junto a la cama y la observó dormir. Una leve arruga empañaba su expresión serena, insinuando su confusión interior.
Extendió la mano y le acarició suavemente la mejilla con los dedos, maravillándose de la suavidad de su piel.
—Mmm… —murmuró Sadie, moviéndose ligeramente en sueños.
Noah retiró la mano y salió del dormitorio, dirigiéndose al estudio, donde marcó el número de Samuel.
—Averigua dónde está la madre de Sadie. Lo necesito lo antes posible —le ordenó en tono bajo y firme.
—Sí, señor Wall —respondió Samuel con respeto.
—Mmm… —murmuró Sadie, despertando lentamente.
La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, proyectando dibujos en el suelo y despertándola por completo.
Parpadeó para despejarse y miró a su alrededor, dándose cuenta de que Noah ya no estaba en la habitación. La suite parecía grande y vacía, lo que intensificaba la soledad que la envolvía.
Una punzada de pérdida la invadió cuando se levantó de la cama, se acercó a la ventana y corrió las cortinas. La luz del sol inundó la habitación, iluminando cada rincón.
Afuera, la ciudad bullía con vida, sus altos edificios y sus calles concurridas contrastaban con el vacío que sentía en su interior.
Al darse la vuelta, vio su bolso en el sofá. Cuando se dispuso a cogerlo, una nota le llamó la atención. Estaba sobre la mesa de centro, con una dirección garabateada y las siguientes palabras:
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