El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 395
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 395:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Sus palabras salieron instintivamente, aunque su mente seguía dando vueltas a preguntas silenciosas. ¿Por qué estaba allí la señora Wall? ¿Y por qué parecía… perdida?
Sadie, sin embargo, parecía ajena a su escrutinio. Mantenía la cabeza gacha y una postura distante, como si estuviera presente en cuerpo pero ausente en mente.
Noah la miró y se dio cuenta de su incomodidad. Sin decir nada, extendió la mano y la posó suavemente sobre su hombro.
—¿Estás bien?
El calor de su contacto sobresaltó a Sadie. Ella esbozó una débil sonrisa, esforzándose por parecer tranquila.
—Estoy bien… solo un poco cansada.
Noah la observó durante un momento antes de asentir ligeramente. —Está bien.
No insistió más y se dirigió hacia la suite.
Samuel se quedó inmóvil, mirándolos desaparecer por el pasillo. Frunció el ceño. Algo definitivamente no estaba bien.
Tras una breve vacilación, sacó su teléfono y marcó un número con dedos ágiles.
—Breck, ¿sabías que la señora Wall está en Slimron?
Hubo una pausa al otro lado de la línea. Luego, Breck, el mayordomo siempre sereno, respondió con un tono de sorpresa. —¿La señora Wall está en Slimron? No me han informado. Y el señor Wall tampoco lo ha mencionado.
—Acabo de enterarme —murmuró Samuel, bajando la voz—. Ha vuelto al hotel con el señor Wall, pero… algo no va bien. No tiene buen aspecto. Como si hubiera pasado algo.
—Ya veo… —La voz de Breck denotaba que estaba reflexionando—. Estaré atento. Tú haz lo mismo. Infórmame de cualquier cosa extraña.
—Entendido. —Samuel colgó, con la mente llena de preguntas sin respuesta.
En la suite presidencial, el lujo se respiraba en cada rincón: elegancia sin excesos, refinamiento en cada detalle.
La suave luz de las luces de la ciudad se filtraba a través de los ventanales que iban del suelo al techo mientras Sadie permanecía inmóvil en el lujoso sofá, con la mirada perdida en el brillante horizonte, aunque en realidad no veía nada. Sus pensamientos estaban muy lejos.
Noah había servido un vaso de agua y se acercó a ella para ofrecérselo.
—Bebe.
Sadie tomó el vaso y bebió un sorbo, pero la sequedad en su garganta permaneció.
—Gracias —murmuró, apretando brevemente los dedos alrededor del vaso frío. Luego preguntó, con voz lenta y ronca—: ¿Qué te trae por… Slimron? No miró a Noah, su mirada fija en el vaso que tenía entre las manos, como preparándose para una respuesta que no estaba segura de querer oír.
Frente a ella, Noah se acomodó en un sillón, con movimientos serenos y deliberados. Cruzó sus largas piernas, irradiando una autoridad tranquila y natural.
Durante un momento, no dijo nada. Finalmente, respondió.
—Tengo asuntos que resolver aquí. Sencillo. Directo. Impenetrable.
Sin embargo, el peso de esas palabras se posó pesadamente en el pecho de Sadie.
Bajó las pestañas y exhaló suavemente.
—Ya veo.
Y con eso, el silencio volvió a apoderarse del espacio entre ellos.
Noah la observó, con la mirada impenetrable. La forma en que Sadie estaba sentada allí, con la postura encorvada por una carga invisible, despertó algo muy profundo en él. Sabía que ella tenía preguntas. Sabía que estaba buscando algo, respuestas que le habían eludido durante demasiado tiempo.
.
.
.