El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1351
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Capítulo 1351:
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El alivio llenó su pecho al saber que él estaba ileso.
Todos los riesgos que había corrido le parecían justificados mientras él estuviera fuera de peligro.
Las luces de neón pasaban a toda velocidad por la ventana, proyectando fugaces rayos de color en el interior del coche mientras la ciudad se deslizaba a toda velocidad. Sin previo aviso, el chirrido de los neumáticos rompió el silencio.
Una sacudida repentina lanzó a Sadie hacia delante cuando el coche se detuvo bruscamente.
Nada menos que tres SUV negros los rodearon. Las puertas se abrieron de golpe y un enjambre de hombres vestidos de negro salió en tropel, con rostros tallados en piedra y ojos llenos de amenaza.
Inmediatamente, los guardaespaldas del coche de Sadie se pusieron en posición de atención.
Casi al unísono, desenfundaron sus armas. «¡Protejan a la señorita Hudson!».
Ante unos luchadores experimentados, el equipo de seguridad de Emerson no perdió tiempo. Salieron del coche, evaluaron la amenaza y se lanzaron directamente a la refriega, listos para la batalla con los recién llegados.
Los disparos rompieron el silencio de la noche y el caos resonó con fuerza en la oscuridad.
El miedo se apoderó del pecho de Sadie, apretándolo con tanta fuerza que apenas podía respirar. Se dio cuenta de inmediato de que esas personas no trabajaban para Noah. Los métodos de Noah nunca eran tan imprudentes. Siempre prefería la estrategia a la fuerza.
Con la atención de todos centrada en el caos exterior, una chispa de determinación apareció en los ojos de Sadie.
Sin perder tiempo, salió del asiento trasero y se deslizó detrás del volante.
Por suerte para ella, las llaves seguían en el contacto.
El motor arrancó y, con un fuerte golpe al acelerador, el coche salió disparado, rugiendo por la calle.
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Una sensación de esperanza se encendió, pero se desvaneció con la misma rapidez. Desde un callejón cercano, otro vehículo salió disparado y bloqueó su escape con una precisión escalofriante.
Atrapada por ambos lados, se dio cuenta de que no tenía adónde huir.
Una sensación de desesperación la invadió.
El sudor le perlaba la piel mientras el pánico le arañaba los nervios. Echó un vistazo a la guantera y encontró una daga.
Esa pequeña arma le pareció su última esperanza. La agarró, abrió la puerta de un empujón y salió al exterior.
El aire nocturno le golpeó la cara, devolviéndole los sentidos.
Con los nudillos pálidos alrededor de la empuñadura de la daga, Sadie miró con frialdad a las figuras que se acercaban. —Díganme quiénes son y qué quieren —dijo con voz firme a pesar de que su corazón latía con fuerza.
Un hombre se separó del grupo. No se molestó en mostrar deferencia, pero tampoco era abiertamente hostil. —El señor Afara quiere hablar con usted.
¿Afara?
Ese nombre hizo que Sadie se tensara.
¿Afara, precisamente él? ¿El que había traicionado a Emerson, el mismo hombre que casi le había quitado la vida a Noah?
No había ninguna razón para que enviara a sus hombres tras ella, a menos que estuviera ocurriendo algo mucho más peligroso.
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