El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1343
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Capítulo 1343:
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La pantalla se iluminó, pero en lugar de su fondo de pantalla habitual, solo apareció la configuración predeterminada de fábrica. Todo se había restablecido a su estado original. Todos los datos del dispositivo habían sido borrados. Fotos, mensajes, contactos… todo había desaparecido.
Todas las conversaciones con Noah, sus amables recordatorios, los tiernos fragmentos de los días que habían compartido, habían desaparecido.
Ni siquiera quedaba un rastro.
¡Emerson Stewart!
¡Ese bastardo!
La rabia brotó desde lo más profundo de su pecho, una ola ardiente que amenazaba con ahogar cualquier pensamiento racional.
Sadie apretó el teléfono con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron y las venas se le marcaron como cuerdas en el dorso de la mano. Con ese simple gesto, Emerson le estaba transmitiendo una vez más su mensaje: todo en su mundo estaba a su merced.
El guardaespaldas se fijó en su tez pálida e instintivamente retrocedió un paso.
Sadie inspiró aire con fuerza y lo exhaló lentamente, controlando la explosión que se estaba gestando en su pecho. La ira era un lujo que no podía permitirse en ese momento.
Revelar sus verdaderos sentimientos sería una tontería.
Levantó los ojos para encontrar la mirada del guardaespaldas, su expresión se suavizó hasta alcanzar una compostura perfecta. Su voz sonó firme y tranquila. —Gracias. Puede marcharse.
El guardaespaldas huyó como si le hubieran concedido un indulto.
El silencio volvió a apoderarse de la habitación, dejando a Sadie completamente sola una vez más.
Se dejó caer hasta el borde de la cama y se quedó mirando el dispositivo hueco que tenía entre las manos. El hielo se cristalizaba en sus venas con cada segundo que pasaba.
¿Dónde estaba Noah en ese momento?
¿Cómo de graves eran sus heridas?
¿Qué retorcidos planes tenía esa criatura, Afara?
𝑆𝒾𝑔𝓊𝑒 𝓁𝑒𝓎𝑒𝓃𝒹𝑜 𝑒𝓃 ɴσνєℓα𝓼4ƒα𝓷.ç0𝓂 antes que nadie
Todas las líneas de comunicación habían sido cortadas. Estaba volando a ciegas, aislada del mundo que giraba más allá de esas paredes.
La sensación era aplastante, le robaba el aliento.
No.
Se negaba a quedarse allí, paralizada e impotente.
Esperar significaría entregar el destino de Noah por completo a los caprichos de Emerson.
Confiar en Emerson era imposible.
Era un hombre capaz de jugar con su propia carne y sangre, borrar su teléfono y destruir hasta el último rastro de su preciado pasado sin que se le moviera un pelo. Sus promesas valían menos que el polvo.
Cuando Sadie se levantó bruscamente de la cama, su atención se fijó en su fantasmal reflejo que la miraba desde el espejo.
El vendaje blanco que le cruzaba la frente le servía como un brutal recordatorio de que nunca debía repetir esos errores imprudentes.
Abrió la puerta de un tirón y salió con determinación.
Un guardaespaldas se materializó desde su puesto y se interpuso en su camino con suavidad. Aunque su actitud seguía siendo cortés, sus palabras tenían un tono severo. —Señora, las órdenes del señor Stewart son claras. Debe descansar hasta que se haya recuperado por completo.
Sadie ni se molestó en levantar la vista. Se limitó a lanzarle una mirada que podría haber congelado el fuego.
Esa mirada gélida hizo que incluso aquel hombre corpulento se sintiera incómodo.
Su llegada había sido precipitada, dejándola atrapada en prendas manchadas de sangre, con un aspecto desastroso.
No podía enfrentarse a nadie en ese estado, no podía permitirse parecer un ser destrozado que imploraba piedad.
—He venido aquí con lo puesto. Lléveme al centro comercial más cercano. Necesito ropa nueva.
El conflicto se reflejó inmediatamente en el rostro del guardaespaldas. —Pero… el Sr. Stewart no dio ninguna autorización.
Emerson había ordenado vigilancia, no escolta.
Si algo salía mal, las consecuencias recaerían directamente sobre sus hombros.
Sadie finalmente lo miró directamente a los ojos, con una sonrisa afilada en los labios. «¿Qué está sugiriendo exactamente? ¿Que la propia hija de Emerson no tiene la simple libertad de comprar ropa?».
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