El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1342
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Capítulo 1342:
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El sonido resonó bajo y inquietante en la quietud de la habitación. ¡Qué hija tan extraordinaria tenía! Incluso en una negociación, irradiaba ese fuego inquebrantable.
Se sorprendió a sí mismo admirándola.
—Está bien —concedió con sorprendente facilidad—. Tienes mi palabra, querida.
Levantándose de la silla, la miró, y su voz volvió a adquirir ese tono inquietante y tierno. —Tu libertad es tuya a partir de este momento. Enviaré a algunas personas para localizar a Noah inmediatamente y te informaré en cuanto sepamos algo.
Cuando llegó a la puerta, cerró los dedos alrededor del pomo y echó una última mirada por encima del hombro.
—Sadie, no vuelvas a intentar nada imprudente. Esas acciones me harían mucho daño.
La puerta se cerró silenciosamente tras él.
La calidez se desvaneció de los rasgos de Emerson en un instante, sustituida por sombras demasiado profundas para poder comprenderlas.
Volviéndose hacia Leopard, que permanecía vigilante fuera, dio sus órdenes con tono frío y gélido. —Que alguien siga a Sadie. Vigilen todos sus movimientos, pero sin que la vean. Cualquier actividad sospechosa debe serme comunicada inmediatamente.
Leopard asintió con la cabeza. —Entendido.
Emerson se alejó, con la silueta rígida como el hierro forjado.
¿Libertad?
Dentro de los muros de la mansión, mientras él lo deseara, la verdadera libertad siempre estaría fuera del alcance de Sadie.
Él le había concedido la ilusión de la libertad, como si soltara una cometa mientras mantenía la cuerda bien enrollada en su puño.
Lo que ansiaba era nada menos que el dominio total.
Poco después de la partida de Emerson, los guardias apostados frente a la puerta de Sadie se desvanecieron.
La puerta de su habitación ya no estaba cerrada con llave.
Sadie empujó la puerta y salió al pasillo.
El pasillo se extendía vacío ante ella. Los guardias que antes marcaban cada pocos pasos como monumentos silenciosos habían desaparecido. Esa aplastante sensación de encarcelamiento parecía haberse disipado.
Sin embargo, Sadie comprendía la verdad que se escondía tras esa apariencia.
Ocultos en cada sombra, innumerables ojos seguirían sus movimientos.
No se alejó mucho, solo se tomó un momento para examinar su nueva situación antes de retirarse a su habitación.
Pasó aproximadamente una hora antes de que apareciera un guardaespaldas con un teléfono en la mano. Era su teléfono.
—El Sr. Stewart me ha pedido que le devuelva esto —dijo el guardaespaldas, entregándole el dispositivo con cortesía.
Sadie aceptó el teléfono, con los dedos helados contra la superficie. Pulsó el botón de encendido.
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