El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1336
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Capítulo 1336:
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Pero, ¿y si… y si Emerson la había llevado a tal desesperación? Los nudillos de Noah se pusieron pálidos, sus ojos se oscurecieron y se volvieron impenetrables, parecidos a las profundidades de un lago helado.
Al llegar al Hospital Municipal, Noah ordenó a sus hombres que permanecieran apostados fuera mientras él se ponía rápidamente una bata blanca y una mascarilla quirúrgica, entrando sin ser detectado.
Los pasillos del hospital se extendían en un silencio inquietante durante la noche, y sus pasos mesurados creaban ecos inquietantes.
Siguiendo la información crucial recopilada por sus hombres, se dirigió rápidamente hacia la exclusiva sala VIP.
Al acercarse al final del pasillo del tercer piso, varios hombres dirigieron instantáneamente su atención hacia él, tensando sus cuerpos con sospecha y alerta.
Aunque vestían ropa informal de civil, su postura rígida y sus miradas calculadoras delataban su identidad profesional.
Pertenecían al equipo cuidadosamente seleccionado por Emerson.
Uno de ellos se acercó con deliberada naturalidad, fingiendo indiferencia mientras le entregaba un historial médico a Noah.
—Doctor, la paciente de la habitación 302 no se encuentra nada bien. Debe examinarla inmediatamente.
La mirada penetrante de Noah se posó en el expediente.
El nombre de la paciente le resultaba completamente desconocido, pero el número de la habitación coincidía exactamente con la información que habían descubierto sus hombres. Internamente…
Se burló, pero mantuvo una fachada perfectamente compuesta, asintiendo profesionalmente mientras aceptaba el expediente y se dirigía directamente a la habitación 302.
Comprendió con absoluta certeza que se trataba de una trampa meticulosamente preparada.
Noah no tenía otra alternativa: tenía que entrar en esa habitación.
Necesitaba confirmar con sus propios ojos quién ocupaba la habitación.
Al abrir la puerta de un empujón, un peligro mortal se abalanzó sobre su conciencia como un mazazo en el plexo solar.
La habitación parecía vacía, pero desde posiciones ocultas detrás de cortinas y rincones en penumbra, varios cañones de armas ya habían apuntado a Noah.
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En esa fracción de segundo, la habitación estalló en una lluvia de disparos asesinos.
Noah respondió con reflejos fulminantes, lanzándose en una voltereta para esquivar la lluvia letal. Sus movimientos fluían con una gracia mortal mientras respondía al fuego con precisión quirúrgica a cada destello del cañón.
Los estruendosos disparos y los cristales que estallaban crearon una orquesta ensordecedora de destrucción dentro de la estrecha habitación del hospital.
En medio del caos, una bala le atravesó el brazo, dejando un rastro carmesí en su carne.
Noah soltó un gruñido gutural mientras un dolor abrasador le atravesaba el brazo herido.
Sin detenerse, abrió de una patada la puerta de la sala de urgencias contigua y se precipitó por la abertura.
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