El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1334
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Capítulo 1334:
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Afara se retorció bajo la mirada de Noah, sacudiendo la cabeza con exagerada seriedad. «Te juro que no tengo ni idea. Solo estoy aquí por las ventajas, no por los secretos. Nadie me cuenta nada importante. Básicamente soy inútil».
Afara estaba realmente frustrado.
De más para ser el tercero al mando. En ese momento, eso no significaba nada.
Noah lo observó atentamente, buscando cualquier señal de mentira.
La ignorancia de Afara parecía real, pero Noah sabía que no podía permitirse pasar por alto ni la más mínima posibilidad.
Si había alguna conexión remota con Sadie, tenía que investigarla. Volviéndose hacia Hurst, Noah habló en voz baja y urgente.
«Vigílalo. Me voy al hospital municipal».
Hurst asintió con la cabeza, con expresión seria.
«Ten cuidado. No bajes la guardia».
El aire del City Hospital estaba cargado con el penetrante olor a desinfectante.
La conciencia de Sadie emergió gradualmente de una neblina turbia. Un dolor punzante le recorrió la frente mientras luchaba por abrir los ojos y descubrió un techo blanco y deslumbrante que se extendía sobre ella.
Se movió con cuidado y precisión, reconociendo que yacía tendida en una cama de hospital con una aguja intravenosa clavada en la muñeca. Su desesperada apuesta no había sido en vano. Emerson nunca permitiría que muriera, tal y como ella había predicho.
Sin embargo, al mismo tiempo había perdido la apuesta.
En la entrada había un hombre corpulento, de rostro severo, con el cuerpo pegado a la pared. Era uno de los socios más fieles de Emerson, conocido en toda la organización como Leopardo.
Como un centinela inflexible que protegía la cámara, cortaba toda conexión entre la habitación y el mundo exterior. El supuesto tratamiento médico no era más que un cambio de lugar para mantener una vigilancia estricta sobre Sadie.
Sadie se incorporó con cuidado, el vendaje que le rodeaba la frente rezumaba sangre fresca, lo que intensificaba su ya pálida tez.
Examinó metódicamente su entorno, evaluando fríamente con la mirada esta nueva prisión, buscando desesperadamente cualquier posible vía de escape.
La puerta se abrió y una enfermera con mascarilla quirúrgica entró con una bandeja metálica.
Inspeccionó con eficiencia la bolsa de suero y habló en un tono formal: «¿Cómo se encuentra?».
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Sadie se negó a responder, limitándose a observarla con atención inquebrantable.
Los ojos de la enfermera permanecían anormalmente tranquilos, desprovistos de cualquier rastro de emoción genuina, ni siquiera un destello de compasión o sorpresa al ver su brutal herida.
Sadie reconoció inmediatamente que pertenecía a la red de Emerson. La enfermera, completamente indiferente al silencio deliberado de Sadie, siguió garabateando notas en su bloc.
«Si necesita algo, pulse el timbre». Señaló el botón de llamada situado junto a la cama y se dio la vuelta para marcharse.
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