El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1332
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Capítulo 1332:
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Pero el marco no se movía. Estaba bien sellado.
Mientras buscaba frenéticamente alguna opción, sus ojos se posaron en un jarrón de porcelana azul que había sobre la mesita de noche.
Para conseguir lo que quería, Emerson no la dejaría morir. Así que, si estaba herida, se aseguraría de que recibiera atención médica.
Esa pequeña esperanza podría ser su única salida.
Impulsada por la desesperación, Sadie decidió arriesgarse.
Se acercó al jarrón y lo cogió.
Lo agarró con fuerza, y el frío de la cerámica le calmó los nervios.
Respiró hondo y se lo estrelló con fuerza contra la frente.
Mientras tanto, fuera de la destartalada casa alquilada de Hurst, una vieja camioneta derrapó hasta detenerse en una nube de polvo. La puerta se abrió desde dentro.
Hurst sacó a rastras de la parte trasera a un hombre atado que se debatía.
Afara casi se derrumba, con las piernas temblorosas.
—¡Muévete! ¿Qué, has olvidado cómo se camina? Eres más lento que un caracol —gritó Hurst, con impaciencia en la voz.
Intentando recuperar el equilibrio, Afara miró a su alrededor, completamente perdido. ¿Cómo habían llegado a esta situación? Él, el tercer al mando de la Manada, siendo zarandeado como un saco por Hurst, todo porque Noah lo había respaldado. ¿Cuándo había sufrido semejante humillación?
Frustrado por la lentitud de Afara, Hurst levantó un puño amenazante, con una intención clara.
No se estaba conteniendo. Un movimiento en falso y Afara lo pagaría caro.
—¡Está bien, está bien! —Afara retrocedió apresuradamente, con las manos en alto en señal de rendición—. ¡No hace falta violencia! Aumentaré el ritmo, ¿ven? Ustedes dos están completamente locos.
Aún no podía creer lo que habían hecho esos dos: prender fuego al faro, secuestrarlo a plena luz del día.
¡Qué descaro!
Sus ojos se movían nerviosamente y, de repente, intentó un enfoque diferente, con una voz que rezumaba una amabilidad forzada.
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—Oye, eh, sobre mi enfermedad… ¿Crees que todavía hay esperanza de cura?
Hurst le lanzó una mirada gélida y se encogió de hombros. —Depende de si me apetece ayudarte o no.
Noah salió de detrás del volante, con movimientos deliberados, y se quedó detrás de ellos.
Observó los alrededores aislados, con la mirada sombría y vigilante.
En ese momento, sabía que Sadie estaba con White Tiger y el jefe de la manada de lobos.
Con Afara, el tercer miembro en rango, ahora bajo su custodia, el líder de la banda no se arriesgaría a hacer ningún movimiento imprudente.
Al menos por el momento, la seguridad de Sadie parecía asegurada.
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