El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1329
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1329:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Sadie lo interrumpió, sin paciencia y con voz aguda.
—No tienes derecho a decirme lo que tengo que hacer. Dederick Hudson es mi padre. Tú y yo no tenemos nada. No creas que puedes utilizarme para tu propio beneficio.
El fuego ardía en sus ojos mientras miraba a Emerson.
—Y si le pasa algo a Noah, puedes olvidarte de volver a verme con vida.
Sadie se sacudió la mano de Emerson y se alejó de él con un movimiento rápido y decidido.
Sin mirarlo atrás, se dirigió con paso firme hacia el otro extremo de la habitación.
El brazo de Emerson quedó suspendido en el aire, con los ojos llenos de arrepentimiento y tristeza.
Finalmente, se dio la vuelta y volvió a posar la mirada en la urna de Brenda, perdido en sus recuerdos.
Las sombras se acumularon en su rostro y el padre bondadoso desapareció, dejando solo un deseo férreo de dominio.
—Brenda, tu espíritu vive en ella. El mismo orgullo inquebrantable, esa voluntad de morir con honor antes que vivir en la deshonra. Aun así, sé que al final se someterá. Tú y Sadie compartís esa abrumadora capacidad de sentir.
El tiempo pasaba, casi una hora transcurrió en un silencio inquieto. Sadie no podía quedarse quieta y caminaba de un lado a otro por la amplia sala, con el ceño fruncido por la preocupación. ¿Dónde estaban las noticias?
¿Por qué nadie había dado noticias todavía?
¿Y por qué había aparecido Noah de repente, y además junto a Hurst? Entonces lo comprendió. Recordó que Noah había mencionado recientemente que iba a enviar a Hurst en una misión urgente.
Eso debía de ser. Noah había orquestado una infiltración en la manada de lobos.
Típico de él, pensó Sadie con amargura. Nunca dudaba en correr riesgos, siempre protegiéndola de los detalles.
Su mirada inquieta se posó en Emerson, que estaba recostado en el sofá, con una taza de café en la mano, proyectando una calma absoluta.
¿Cómo podía Emerson estar tan impasible cuando su amigo estaba luchando por su vida en un edificio en llamas?
Estaba claro: el corazón de Emerson era tan frío como el hielo.
Sadie sospechaba que los sentimientos paternos de Emerson no eran más que una actuación.
En ese momento, un guardaespaldas con un impecable traje negro irrumpió en la habitación. Sadie no dudó. Se abalanzó hacia él y lo agarró del brazo, con voz desesperada.
—¡Dígame! ¿Qué está pasando? ¿Dónde están?
Su apremiante agarre sobresaltó al hombre, que se quedó paralizado, con las palabras atrapadas en la garganta.
Emerson finalmente dejó la taza a un lado y se levantó de su asiento. —Es mi hija. Dale el informe.
Sadie le lanzó una mirada fulminante.
¿Su hija?
Las palabras la hicieron estallar, pero no tenía tiempo para discusiones.
Solo entonces el guardaespaldas logró balbuear una respuesta. —Noah y su acompañante sacaron al señor Afara. Ya se han marchado en un coche. El señor Afara está con ellos, así que no nos atrevimos a actuar precipitadamente.
.
.
.