El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1323
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Capítulo 1323:
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Casi se ríe de sí mismo, preguntándose si había acumulado alguna deuda cósmica con Noah en otra vida y ahora se veía obligado a pagarla.
Mientras tanto, en el lado oeste, una lujosa mansión descansaba sobre un césped perfectamente cuidado.
Un elegante coche negro se detuvo suavemente en la entrada.
Una vez que la puerta se abrió, Sadie salió con total compostura.
Miró a su acompañante, White Tiger, que no había dicho una palabra en todo el trayecto.
—¿Está dentro la persona con la que tengo que reunirme? —preguntó con tono neutro.
White Tiger asintió levemente con la cabeza, su respetuoso silencio casi tangible.
—Debes de estar agotada del viaje. Deja que alguien te acompañe a una habitación para que te refresques —le ofreció, haciendo un gesto cortés. Dos criadas con uniformes impecables se adelantaron, inclinando la cabeza en señal de saludo.
¿Qué demonios estaba pasando allí?
Sadie se encontró en la extraña situación de ser a la vez una prisionera y una invitada de honor. ¿Qué estaba tramando exactamente este grupo?
A pesar de la incertidumbre que la invadía, Sadie ocultó sus sospechas tras una reverencia cortés y siguió a las criadas al interior de la finca.
En ese mismo instante, decidió llegar hasta el fondo del juego al que estuvieran jugando.
Al cruzar el umbral de la mansión, no pudo evitar fijarse en los extravagantes detalles que había por todas partes, con cada mueble y cada accesorio reluciente que gritaba riqueza y refinamiento.
Sin embargo, a medida que Sadie avanzaba por los grandes salones, una extraña sensación de reconocimiento se apoderó de ella.
Cada detalle —la amplia escalera de caracol, la deslumbrante lámpara de araña de cristal y el cuadro impresionista que adornaba la pared— le resultaba inquietantemente familiar.
De repente, lo comprendió: era una copia perfecta de Faron Retreat.
Apenas podía creerlo. ¿Cómo era posible algo así?
Aun así, Sadie mantuvo una expresión impasible y siguió a las criadas que la condujeron a una gran habitación de invitados.
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Dejó que le prepararan un baño caliente y le pusieran ropa limpia, sin decir nada, pero observando en silencio cada uno de sus movimientos. Después del baño, Sadie se paró frente al espejo, con el ceño ligeramente fruncido.
El vestido que habían elegido las criadas, de un suave color lavanda, de estilo vintage y elegantemente confeccionado, parecía sacado de otra década.
Le recordaba mucho a los trajes que la generación de su madre había apreciado en su día. Si no se equivocaba, ese vestido era incluso de la marca favorita de su madre.
Una voz suave interrumpió sus pensamientos. «Señora, se parece mucho a su madre», dijo una de las criadas, la mayor, estudiando el reflejo de Sadie con suave admiración.
Un destello de hielo se posó en los ojos de Sadie cuando cruzó la mirada con la criada a través del espejo.
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