El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1322
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo XXX:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Pasaron veinte minutos. El latido en la sien de Afara finalmente lo trajo de vuelta.
Dejó escapar un gemido sordo y abrió los ojos a la fuerza.
Ese bastardo realmente sabía cómo golpear.
Afara intentó llevar una mano a la frente, pero sus extremidades no respondían. Tenía las muñecas y los tobillos fuertemente atados.
Soltó una risa ahogada y miró a los dos hombres que estaban recostados en un sofá de cuero al otro lado de la habitación.
—Átame todo lo que quieras. Nunca encontrarás a quien buscas —dijo con tono burlón, como si no tuviera nada que temer—. Además, vosotros tampoco estáis precisamente en un lugar seguro —añadió Afara.
La expresión de Noah se ensombreció.
No tenía tiempo para esto.
Sadie llevaba casi veinticuatro horas desaparecida. Cada segundo que pasaba reducía las posibilidades de encontrarla sana y salva. Se le estaba agotando la paciencia.
—Quizá nosotros estemos en peligro. Quizá tú seas el que va a morir —dijo Noah—. En cualquier caso, tú serás el primero en caer. La sonrisa se borró del rostro de Afara.
Se quedó en silencio.
Había algo en Noah: era impredecible, desquiciado.
—¿Dónde está Tigre Blanco? —preguntó Noah.
Afara se encogió de hombros. Las cuerdas le impedían moverse, pero el sarcasmo seguía presente en su postura.
«Ni idea. Tigre Blanco siempre está con el jefe. Sinceramente, es un poco aburrido».
Noah lo miró fijamente, con una mirada tan penetrante que parecía capaz de atravesar las mentiras.
Afara no se inmutó. No parecía estar mintiendo.
—¿Cómo contactáis con ellos? —preguntó Noah.
Afara hizo una pausa y luego respondió: «En realidad, no. A menos que pase algo grave aquí. Pero, tío…».
No pudo terminar. Noah ya había perdido la paciencia con sus divagaciones. No tenía tiempo que perder.
Se volvió hacia Hurst, con voz fría.
—Quémalo —ordenó con tono definitivo.
¿Era esto una broma?
Los ojos de Afara se abrieron como platos, atónito y confundido.
No podía creer lo que acababa de oír.
No podía evitar preguntarse si Noah había perdido completamente la cabeza.
Hurst pensó lo mismo.
Incendiar el lugar sería lo mismo que desafiar a la Manada del Lobo a declarar la guerra.
Noah no dio ninguna explicación, se limitó a mirar a Hurst con una mirada fija y helada.
Durante unos segundos, Hurst se quedó allí, indeciso, antes de finalmente dejar caer la cabeza con resignación.
.
.
.