El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1321
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Capítulo XXX:
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Noah lo miró fijamente, con los ojos amargamente fríos, irradiando la misma hostilidad.
Abrió la boca lentamente y soltó una pregunta más afilada que el acero.
«¿Dónde has llevado a mi esposa?».
La sonrisa de Afara se amplió con complicidad ante esa pregunta.
Su risa divertida resonó burlonamente mientras cruzaba las piernas con indiferencia, completamente relajado ante el peligro.
Levantando las manos con fingida inocencia, dijo con tono burlón: —Tengo muchas mujeres encantadoras por aquí. ¿Cómo voy a saber a quién te refieres? Te diré algo: elige a la mujer que más te guste y te la entregaré con mucho gusto.
Antes de que Afara pudiera terminar de hablar, un dolor agudo le atravesó el brazo. Noah le había dado un golpecito en la muñeca y el bisturí que tenía en la mano había cortado limpiamente la manga del traje rosa, dejando una fina línea de sangre en el brazo de Afara.
La tela se oscureció al empaparse de sangre.
Afara hizo una mueca de dolor. La sonrisa de su rostro se desvaneció, transformándose en algo horrible.
Entrecerró los ojos, frío y furioso.
No esperaba que el asistente de Hurst atacara.
Hacía tiempo que nadie se atrevía. Y este, tan imprudente, tan audaz, merecía ser recordado.
Con un destello de locura en los ojos, Afara agarró la hoja que le presionaba el pecho. Se le abrió la palma de la mano.
La sangre brotó libremente, goteando por el acero.
Hurst se quedó paralizado, con el horror subiéndole por la garganta.
Estaban acabados.
Sin pensarlo, levantó las pinzas quirúrgicas y las estrelló contra la sien de Afara con todas sus fuerzas.
—¡Bang!
Afara ni siquiera gritó.
Sus ojos se pusieron en blanco. Un dolor agudo le atravesó el cráneo. Luego, silencio. Se desplomó sobre el sofá. Inmóvil.
La sangre le corría por un lado de la cara.
Hurst se quedó paralizado, aturdido y sin aliento.
Eso fue todo. Se acabó el juego.
Los guardias de fuera nunca lo permitirían. Noquear a Afara era una sentencia de muerte.
Más les valía firmar su sentencia de muerte.
Noah se volvió y le lanzó una mirada.
Hurst se quedó inmóvil. Apretó los labios con fuerza.
Noah era aterrador.
Hurst ya se estaba arrepintiendo de todo y se preguntaba por qué había aceptado ayudar a Noah en primer lugar.
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