El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1320
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Capítulo 1320:
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Hurst asintió rápidamente, esbozando una sonrisa respetuosa. —Sr. Afara, mi amigo puede parecer reservado, pero su habilidad es inigualable.
Desde el momento en que Noah entró en la guarida de la Manada de Lobos, había trazado discretamente cada rincón en su mente.
Guardaespaldas alertas merodeaban por cada rincón, con sus ojos vigilantes siguiendo cada movimiento en ese lugar.
Imaginar a Sadie atrapada entre esos lobos retorció el corazón de Noah con una furia escalofriante.
La ansiedad y la ira en el corazón de Noah eran casi imposibles de reprimir.
Noah ocultó la frialdad de su mirada y habló con voz tan afilada como el hielo. —Señor Afara, estamos perdiendo el tiempo. Comencemos el tratamiento inmediatamente. Pero necesito silencio absoluto para concentrarme.
Ante esta petición tan abrupta, Afara entrecerró los ojos pensativo mientras consideraba cuidadosamente las palabras de Noah.
Finalmente, con un movimiento perezoso de la mano, ordenó con indiferencia a los presentes: «Todos fuera. Nadie vuelva a entrar a menos que yo lo permita personalmente». Las mujeres vestidas de forma provocativa y varios asistentes se retiraron en silencio, sabiendo que era mejor no cuestionar su orden.
La pesada puerta se cerró con firmeza, amortiguando al instante el bullicio exterior.
Solo entonces Afara regresó perezosamente a su asiento, hundiéndose cómodamente en el lujoso sofá. Inclinó la cabeza hacia Noah, haciendo un gesto relajado. —Proceda cuando esté listo, doctor Lawson, y su… asistente reservado.
Sin traicionar ninguna emoción, Noah se acercó a Afara, dejó la maleta médica negra sobre la mesa y la abrió.
De su interior sacó un bisturí reluciente, con una hoja fina y precisa, que reflejaba la firme determinación de Noah.
Sosteniendo el bisturí con suavidad pero con determinación, se acercó a Afara paso a paso.
Cerca de allí, Hurst permanecía rígido, con el corazón acelerado por la ansiedad y las palmas de las manos sudorosas.
El comportamiento de Noah no era el de un sanador, sino más bien el de un asesino que se acerca a su presa.
Luchando por controlar su nerviosismo, Hurst agarró rápidamente un par de pinzas quirúrgicas y las apretó con fuerza, como si se preparara para algo.
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Por si acaso… si estallaba la violencia entre Noah y Afara, tenía que intervenir.
Sin previo aviso, antes de que Afara pudiera siquiera parpadear, Noah había colocado el afilado bisturí firmemente contra su pecho.
La punta de la hoja presionó ligeramente, marcando la tela sobre el corazón de Afara. Afara sintió al instante la fría amenaza presionándole, y su postura se volvió rígida y alerta.
Levantó los ojos y el aire juguetón desapareció al instante.
Ahora su mirada era penetrante, con una intensidad despiadada que parecía no tener fondo.
Una lenta sonrisa se dibujó en su rostro y toda la calidez desapareció de su voz. —Eres bastante atrevido, ¿no?
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