El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1316
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Capítulo 1316:
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Noah respondió con un frío asentimiento y preguntó: «¿Afara?».
Para él, todas las vías posibles para llegar hasta Sadie eran importantes, y se negaba a dejar piedra sin remover.
—Así es. La Manada de Lobos está dirigida por tres líderes. —White Tiger es uno de ellos. Es peligroso e impredecible. Afara es otro. El tercer líder mantiene su identidad en secreto. Conseguí entrar en el cuartel general de la Manada de Lobos gracias a la ayuda de Afara.
Un toque de desprecio se coló en la voz de Hurst. —A Afara le encanta llamar la atención, siempre está en primer plano. Tiene fama de mujeriego, así que tiene problemas en ese aspecto… Digamos que las cosas son complicadas.
Tras media hora en coche, llegaron a un edificio de apartamentos sin nada especial en su exterior.
Arriba, Hurst condujo a Noah a una habitación sencilla y le entregó las llaves. Noah ignoró el entorno, con la mente puesta en encontrar a Sadie por encima de todo.
Ambos pasaron un buen rato estudiando los pasos que darían al entrar en la sede a la mañana siguiente. Trazaron los caminos que parecían más seguros y marcaron las esquinas donde las cámaras de seguridad podrían pillarlos desprevenidos.
Hurst no podía quitarse de la cabeza las advertencias, así que repetía una y otra vez el mismo mensaje: si algo empezaba a torcerse, tenían que marcharse inmediatamente. Las heroicidades imprudentes no tenían cabida en su plan. Noah escuchaba con atención, memorizando cada nota importante. A pesar de ello, la tensión que se acumulaba en su frente no disminuía.
Pronto, el amanecer se asomó por el horizonte, pintando todo con la tenue promesa de un nuevo día.
Hurst cogió el botiquín negro que había preparado con antelación y miró a Noah. —Tenemos que ponernos en marcha. Es la hora. Sin decir nada, Noah se puso a su lado y lo siguió fuera. A esas horas, apenas se veía un alma en la calle.
Poco después, un coche negro se detuvo sin hacer ruido, destacando aún más por la ausencia de matrícula.
Cuando se bajó la ventanilla, apareció un rostro de aspecto duro, lleno de cicatrices y con el ceño fruncido.
Su mirada atravesó a Noah, fría y afilada como cristales rotos. —Dr. Lawson, ¿quién es este? —Su tono era áspero y la pregunta quedó suspendida en el aire, cargada de sospecha.
Noah supo de inmediato que no sería fácil convencer a este hombre. Sin perder el ritmo, Hurst esbozó una sonrisa cortés y se acercó, sacando un paquete de cigarrillos del bolsillo y ofreciéndoselo.
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—Buenos días, Damien. He traído a este señor para que nos ayude con el estado del Sr. Afara. Sus conocimientos médicos son de primera categoría.
Habló en un tono respetuoso y sincero.
Damien Scott aceptó el paquete sin encenderlo. Lo giró entre sus dedos durante un momento y se rascó la cabeza calva.
Siguió estudiando a Noah.
Había algo en este recién llegado que inquietaba a Damien, aunque no sabía decir exactamente qué era.
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