El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1315
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Capítulo 1315:
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El peso de la responsabilidad recayó sobre sus hombros. «Puedes contar conmigo, Noah».
Con mano firme, le dio a Noah una palmada tranquilizadora en el hombro. «Yo me encargaré de todo aquí. Tu única tarea es asegurarte de que Sadie regrese».
El amanecer en Zupren trajo un frío intenso al aire.
Cuando Noah bajó del avión, el cansancio le pesaba en los pasos. Habían pasado casi veinticuatro horas sin descansar; tenía los ojos enrojecidos y cada uno de sus movimientos denotaba una férrea determinación.
Las preguntas sobre el estado de Sadie acosaban cada uno de sus pensamientos. Tan pronto como salió de la terminal, Noah se deslizó en el sedán negro que esperaba con el motor en marcha cerca de la acera.
Al volante había un hombre con una chaqueta gris oscuro, cuyos ojos se aguzaron al ver entrar a Noah.
Hurst lo saludó con el ceño fruncido y una serie de suspiros silenciosos. —Tío, aparecer así sin avisar no es buena idea. La llegada repentina de Noah había trastocado los planes cuidadosamente trazados por Hurst, atrayendo una atención innecesaria hacia ellos.
—Ya sabes los riesgos que corro. La Manada me tiene infiltrado en su cuartel general; no puedo seguir desapareciendo sin explicación o se darán cuenta y entonces los dos estaremos en un buen lío.
Una mirada nerviosa al espejo retrovisor interrumpió el hilo de pensamientos de Hurst, cuyos dedos tamborileaban con un ritmo sutil sobre el volante. —He estado vigilando la zona, el Tigre Blanco aún no ha aparecido.
Noah ni se inmutó ante las advertencias de Hurst.
Todos sus pensamientos estaban centrados en Sadie. Había dejado de lado todas las preocupaciones que no tenían que ver directamente con ella.
Hurst maldijo en voz baja su mala suerte, pero logró mantener el rostro impasible.
La llegada repentina de Noah lo dejó inquieto.
La vida como agente encubierto le daba a Hurst poco margen para la comodidad o los errores.
Sin decir una palabra, encendió el motor y condujo el sedán negro por las calles casi desiertas de la mañana.
Su modesta casa estaba escondida en un barrio cercano a la sede de Wolfpack, elegida precisamente por su privacidad y anonimato.
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Antes, había ideado un plan: por ahora, Noah asumiría el papel de su asistente, una medida que le ayudaría a pasar desapercibido y evitar sospechas.
Llevar consigo a una persona desconocida sin previo aviso solo atraería problemas.
Noah observó a Hurst en la penumbra del coche, con la mirada aguda e implacable.
Noah parecía detestar la idea de fingir ser su asistente.
Esa mirada inquietó a Hurst lo suficiente como para que se aclarara la garganta. —Sr. Wall, tenía que actuar rápido, así que esto era lo mejor que podía hacer. Es más seguro que entrar usted solo.
Sabía que Noah no era alguien a quien pudiera permitirse enfadar. Dadas las circunstancias, Hurst pensó que este plan era tan bueno como cualquier otro.
Tratando de sonar firme, Hurst continuó: «Mañana iré a la sede para ver cómo está Afara. Usted vendrá conmigo. Recuerde que la seguridad es muy estricta. No tendremos mucha libertad ni tiempo una vez que estemos dentro, así que esté preparado».
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