El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1313
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Capítulo 1313:
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Mientras tanto, el tráfico de la hora punta convirtió las carreteras en un mar de luces de freno, lo que retrasó la llegada de Noah más de media hora. Cuando finalmente salió del coche, irradiaba una determinación gélida, con cada rasgo de su rostro marcado por la tensión. Alex le seguía de cerca, saliendo apresuradamente de otro vehículo, pálido y conmocionado.
—Noah, dime qué está pasando. ¿Dónde está Sadie? —exigió Alex.
Noah lo ignoró, su mirada fría y cortante transmitía una advertencia silenciosa. Alex siempre parecía aparecer en los peores momentos, añadiendo caos a la crisis. Noah se negaba a dejar que nadie más se ocupara de esto: Sadie era su responsabilidad.
Enderezando los hombros, se volvió hacia su equipo de seguridad. —Empezad a buscar. Revisad todos los vuelos internacionales que salen. No dejéis escapar a ningún pasajero sospechoso.
Sin demora, los guardaespaldas se dispersaron entre la multitud.
Dentro de la terminal, la energía crepitaba con una urgencia frenética. Las voces resonaban, los carritos de equipaje traqueteaban y las familias se apresuraban por el laberinto de puertas. Noah se quedó clavado en el sitio, con la ansiedad retorciéndole las entrañas hasta que cada respiración se volvió entrecortada y superficial.
Sadie, dondequiera que estés, mantente a salvo —murmuró entre dientes.
Casi inconscientemente, levantó la vista hacia el techo abovedado de cristal y escudriñó el infinito cielo azul. Apareció un avión, que ascendía cada segundo, con el fuselaje plateado brillando al sol y dejando una estela detrás como una cinta.
Noah entrecerró los ojos y sintió un nudo en el pecho. El avión se hacía cada vez más pequeño en la distancia. ¿Estaría ella a bordo?
Noah y su equipo pasaron todo el día registrando cada rincón de la ciudad, implacables en su búsqueda.
Sin embargo, Sadie parecía haberse disuelto en el aire, como si nunca hubiera existido.
Un resplandor ámbar se extendió por el cielo mientras el crepúsculo se tragaba los últimos rayos de sol.
De vuelta en la finca Myrtlewood, la tensión crepitaba en el estudio como una tormenta que se avecinaba.
La expresión tensa de Noah no se suavizó ni un instante; la preocupación se había instalado de forma permanente en su rostro.
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Inquieto, se paseaba de la pared a la ventana, con su silueta recortada contra la luz que se desvanecía.
¿Dónde podía estar Sadie?
El desconocido con la máscara plateada rondaba sus pensamientos: ¿quién era realmente?
¿Por qué habían elegido a Sadie? ¿Cuál era su motivo? Las preguntas se agolpaban en su mente, presionándolo hasta que le oprimían el pecho.
Las imágenes de un avión atravesando las nubes se repetían en su mente, y cada vez que se reproducían, el miedo le oprimía el corazón.
Se negaba a pensar en el peor de los casos, aterrorizado por lo que le pudiera pasar a Sadie.
La preocupación también dibujó nuevas arrugas en el rostro de Blaine, borrando su característica sonrisa fácil.
Se pasó los dedos por el pelo una y otra vez, para luego dejar caer las manos con impotente exasperación.
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