El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1312
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Capítulo 1312:
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Con eso, bloqueó su teléfono y sus ojos se volvieron fríos y decididos.
Su voz rompió la tensión. «Empezad a buscar ahora mismo. Cerrad todas las carreteras que salen de Jazmah. Contactad con todas las autoridades. Necesitamos su total cooperación».
Encontrar a Sadie era la única prioridad.
Según las cámaras, ella y el hombre enmascarado se habían marchado solo veinte minutos antes.
Actuar con rapidez aún podría darle una oportunidad de interceptarlos.
La inquietud se agitaba en su interior mientras se preparaba para hacerse cargo de la búsqueda.
En ese momento, Alex se abrió paso entre la multitud, con los ojos desorbitados por el pánico, y agarró a Noah por el brazo. —¿Dónde está Sadie? ¡Dime dónde ha ido!
La paciencia de Noah se agotó. Se soltó de un tirón, con la mirada oscurecida. Levantó el puño, dispuesto a dar una respuesta brutal. —No tienes derecho a exigir respuestas. Sadie es mi esposa.
Su golpe fue fuerte y Alex se tambaleó, con sangre brotándole de la comisura de los labios. Sin inmutarse, Alex se limpió la sangre sin apartar la mirada de Noah. Una inquietud lacerante le decía que algo terrible le había sucedido a Sadie.
Antes de que ninguno de los dos pudiera hablar, un guardaespaldas irrumpió en la habitación, visiblemente alterado. «Señor Wall, tenemos noticias. Seguridad ha visto al hombre enmascarado dirigiéndose al aeropuerto. La señora Wall estaba con él».
La conmoción se reflejó en los ojos de Noah. ¿El aeropuerto? ¿Qué podían estar planeando para Sadie? No había tiempo para discusiones. Sin mirar a Alex, Noah palideció y salió corriendo. La palabra «aeropuerto» resonó en la mente de Alex, cargada de amenaza. Olvidando el dolor, salió corriendo tras Noah, imitando su urgencia.
Dentro de un elegante coche que circulaba a toda velocidad por las calles de la ciudad, Sadie estaba sentada en tenso silencio junto al Tigre Blanco. El aire entre ellos era denso y sofocante. Sus dedos se curvaron sobre las palmas de las manos y se mordió las uñas hasta que un agudo pinchazo atravesó su miedo.
Su voz temblaba, pero no se quebró. —¿Qué quieres a cambio de las cenizas de mis padres?
Nada importaba más. Lucharía por su regreso hasta el final.
Detrás de su máscara plateada, la boca del Tigre Blanco se curvó en una media sonrisa, haciéndolo aún más escalofriante. —No se preocupe, señorita Hudson. Llegaremos pronto a Zupren y allí se lo explicaremos todo.
Sadie apretó los dientes contra el labio inferior, tragándose el miedo que le ahogaba. Zupren… un país en el que nunca había puesto un pie. Pero ya no había vuelta atrás. Las cenizas de sus padres eran su último vínculo con ellos.
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Noah había jurado ayudarla a llevarlas a casa, sin importar el costo. Si esta era la oportunidad que había estado esperando, la aprovecharía. No la dejaría escapar. Cada segundo de impotencia la carcomía, pero por el bien de sus padres, siguió adelante.
El coche circulaba a toda velocidad por calles concurridas, reduciendo poco a poco la velocidad a medida que se acercaban a su destino. Pronto, el vehículo se detuvo ante una terminal elegante y extensa. Habían llegado al aeropuerto.
White Tiger la miró, con un destello de diversión en los ojos detrás de la máscara plateada, y le indicó que saliera. Sin dudarlo, Sadie abrió la puerta y pisó el pavimento.
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