El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1298
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Capítulo 1298:
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«No estarás diciendo…», las palabras de Blaine se le atragantaron en la garganta. «¿Es posible que Alex realmente rescatara a Hailey y que ella siguiera adelante y tuviera al bebé?».
Sonaba descabellado, pero recordando todos los comportamientos extraños de Alex últimamente, Blaine no podía descartar la idea por completo. Si la corazonada de Noah era correcta, entonces los motivos de Alex iban mucho más allá de simplemente causar problemas al Grupo Wall.
La voz de Blaine se apagó, repentinamente cargada de gravedad. Respiró hondo, como preparándose para algo. —Noah, tengo que preguntarte algo. Sé sincero conmigo. ¿El bebé de Hailey es realmente tuyo?
Era una pregunta que le había estado rondando la cabeza durante mucho tiempo, pero nunca había encontrado el valor para plantearla hasta ahora. La muerte de Tina le había hecho replantearse todo, revisando viejos recuerdos en busca de pistas que pudiera haber pasado por alto.
Los dedos de Noah se tensaron alrededor del teléfono. Un silencio tenso se instaló entre ellos, solo roto por su respiración tranquila y constante.
—No. El niño no es mío.
Su voz era firme. Hablaba en serio. Sadie era la única persona a la que había querido, entonces y ahora.
Explicó con delicadeza: «Solo me aseguré de que Hailey estuviera bien porque una vez me ayudó. Eso es todo lo que hubo. Nada más».
Noah se sentía en deuda con Hailey. Sin embargo, ese sentimiento no tenía nada que ver con el amor ni siquiera con el sentido del deber. «En cuanto a la identidad del padre biológico de la niña, sinceramente no lo sé». Hailey nunca le había dado ningún detalle.
Al otro lado de la línea, Blaine finalmente exhaló un largo suspiro de alivio. Ya lo sospechaba, pero escuchar a Noah negarlo él mismo le quitó un peso de encima. Saber que Noah no era el padre le dio a Blaine una forma de seguir adelante.
«Déjame encargarme de todo», dijo Blaine, con tono más seguro. «Haré que alguien investigue a fondo». Ya fuera Alex, Hailey o la filiación del niño, estaba decidido a llegar al fondo del asunto, por el bien de Tina y de Sadie.
Después de la llamada, Noah se frotó las sienes, completamente agotado. Todo lo que había sucedido recientemente lo oprimía, haciéndole difícil respirar. Sabía que necesitaba respuestas rápidamente para que Sadie pudiera finalmente vivir sin preocupaciones.
Unos instantes después, su teléfono volvió a vibrar en el silencio del estudio, y el sonido lo sobresaltó. Bajó la vista y vio un nuevo mensaje de texto: «He conseguido entrar en la sede».
Esas simples palabras bastaron para aliviar parte de la tensión que había estado soportando. Por fin se estaba avanzando, el paso más importante estaba en marcha.
Sin decir nada, Noah borró el mensaje y se quedó mirando al vacío, con la mente a mil por hora.
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La puerta del estudio se abrió con un suave clic. Sadie entró con un plato de fruta cortada en rodajas. La luz del pasillo proyectaba su delicada sombra en el suelo. No queriendo que ella notara nada, Noah bloqueó rápidamente su teléfono y lo dejó sobre el escritorio como si nada hubiera pasado.
Se puso de pie y le dijo en voz baja: —Ya deberías estar durmiendo. ¿Qué te mantiene despierta a estas horas?
Sadie dejó el plato de fruta sobre la mesa de centro. Sus ojos se posaron en el teléfono que él acababa de guardar, pero rápidamente miró hacia otro lado. Por un momento, se preguntó por su comportamiento, pero luego lo descartó: probablemente estaría ocupado con el trabajo.
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