El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1288
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Capítulo 1288:
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Aun así, la ausencia de un rostro familiar la inquietaba, apretándole el nudo de inquietud en el estómago. Ralph la acompañó al lujoso sofá y reanudó sus preguntas sobre los asuntos del Grupo Wall. Sadie respondió a cada pregunta con paciencia, sin perder su sonrisa cortés. No dejó que se le escapara ni una pizca de ansiedad; necesitaba que Ralph creyera que todo era perfectamente normal.
Las personas mayores suelen intuir los problemas antes de que se expresen en voz alta, y la noticia sobre Tina seguía atascada en la garganta de Sadie, imposible de compartir, al menos por ahora. La preocupación por Blaine la oprimía, pero apartó esos pensamientos de su mente, negándose a darles vueltas.
Adoptó un tono tranquilo. —Señor Castro, ¿dónde está Blaine? ¿Está fuera por negocios?
Ralph frunció el ceño, con una mirada de desconcierto en los ojos. —¿Blaine? ¿Qué le ha pasado? Hace tiempo que no sé nada de él. —Había un matiz de desaprobación en su voz, pero dio paso a una tranquila resignación. La tensión se intensificó en el interior de Sadie; si incluso Ralph estaba en la ignorancia, entonces la desaparición de Blaine debía de ser más grave de lo que ella había temido.
Se dio un golpecito en la frente y soltó una risita avergonzada. —¿Puedes creer lo mala que es mi memoria? Hace unos días envié a Blaine a supervisar un proyecto en las afueras. Es un trabajo exigente, así que probablemente esté absorto en él y se haya olvidado de avisarte. La excusa sonó poco convincente, pero era lo único que se le ocurrió a Sadie en ese momento.
La urgencia la carcomía: todos sus instintos le decían que debía encontrar a Blaine lo antes posible.
—Señor Castro, tengo un asunto urgente que atender en la empresa. No debemos molestarle más —dijo Sadie, levantándose del sofá con aire apologético.
Una sombra de decepción cruzó el rostro de Ralph. —¿Ya se va?
Sus ojos se llenaron de calidez mientras intentaba convencerla de que se quedara. —¿Por qué no te quedas a comer conmigo, Sadie? La cocina ha preparado tus platos favoritos solo para ti.
Sadie se sintió culpable, pero su preocupación por Blaine lo superaba todo. —Es usted muy amable, señor Castro, pero dejemos el almuerzo para otro día. Le prometo que la próxima vez me quedaré.
Noah se adelantó, con un timing perfecto. —Sr. Castro, hay una situación en la oficina que no puede esperar. Volveremos a verle pronto.
Suspirando, Ralph cedió. «Está bien, está bien. Conduzcan con cuidado, los dos. Mi puerta siempre está abierta, vuelvan cuando quieran».
Sadie asintió con gratitud. «Lo recordaré, señor Castro».
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Se despidieron y salieron de la mansión Castro, dirigiéndose de nuevo al coche. Ni siquiera habían recorrido un kilómetro cuando el teléfono de Sadie sonó con urgencia, interrumpiendo sus pensamientos.
Una oleada de pánico la invadió y respondió sin dudarlo. Al otro lado de la línea, la voz de su guardaespaldas sonaba urgente. —¡Señorita Hudson! —Su tono era tenso—. Hemos localizado al señor Castro.
Un escalofrío recorrió las venas de Sadie, que contuvo el aliento mientras la ansiedad se apoderaba de ella. —¿Dónde está?
«Junto al río donde se descubrió el cadáver de Tina», susurró el guardaespaldas, con un hilo de voz.
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