El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1287
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Capítulo 1287:
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La urgencia agudizó el tono de Sadie mientras se volvía hacia los guardias atónitos. «¿Y bien? ¿Qué hacen ahí parados? ¡Vayan a buscarlo, ahora mismo!».
Sus órdenes los pusieron en movimiento. Una determinación sombría se apoderó de sus rostros mientras salían apresurados, listos para registrar cada rincón.
El silencio se apoderó de la amplia sala de estar, donde solo quedaban Sadie y Noah.
La quietud se hizo pesada en el aire, y cada segundo se alargaba incómodamente entre ellos.
Una oleada de vértigo golpeó a Sadie, casi haciéndola caer antes de que pudiera recuperarse.
Los reflejos de Noah la salvaron de caer, y la atrajo hacia su pecho con brazos firmes.
—Intenta no preocuparte, Sadie. Blaine es inteligente. Estará bien —le dijo con voz baja y firme, tratando de tranquilizarla.
El apoyo de Noah le proporcionó un pequeño consuelo mientras Sadie se apoyaba en él, aunque sus palabras no podían ahuyentar la tormenta que se desataba en su interior.
Nada aliviaba el temor que se había apoderado de su corazón.
Todos los desastres recientes, desde la pérdida de Tina hasta la manipulación de las cámaras de vigilancia y la repentina desaparición de Blaine, parecían demasiado relacionados como para ser casualidad.
Alguna fuerza oculta parecía tirar de todos los hilos, siempre un paso por delante.
Un escalofrío recorrió a Sadie, y el miedo se apoderó de su piel como si fuera hielo.
Con esfuerzo, se obligó a respirar profundamente, calmando sus nervios.
El pánico no la llevaría a ninguna parte; lo que requería el momento era claridad. El caos amenazaba con apoderarse de ella, pero Sadie se negó a dejarlo ganar.
—Tenemos que ir a Castro Manor —dijo, con determinación.
La brillante pintura negra relucía mientras el sedán avanzaba con paso firme hacia Castro Manor. El paisaje se difuminaba en rayas más allá de la ventana, pero dentro del coche, Sadie sentía como si tuviera una piedra en el pecho, lo que hacía que cada respiración fuera superficial.
El firme agarre de Noah al volante era evidente en cada línea tensa de sus manos, y su postura irradiaba una fuerza silenciosa. De vez en cuando, la miraba, con los ojos fijos e os, llenos de preguntas sin respuesta y de una tranquila preocupación. Su inquietud no pasó desapercibida, pero los pensamientos de Sadie se arremolinaban demasiado rápido como para sentirse cómoda o conversar.
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En poco tiempo, llegaron a las puertas de Castro Manor, y el peso de lo que les esperaba se apoderó de ellos. Esperando bajo las columnas, Ralph se mantenía erguido y sereno, pero su actitud severa se suavizó en cuanto vio a Sadie. —Sadie, por fin has llegado.
Unas manos fuertes cerraron las de ella, una presencia firme que la ancló. «Entra. Hace demasiado frío para quedarse fuera». Incluso en sus últimos años, Ralph rebosaba vitalidad, cada palabra era clara y segura. Su calidez hacia Sadie seguía intacta, lo que le proporcionó una breve sensación de paz.
Detrás de ellos, Noah los seguía en silencio, con la mirada aguda, fijándose en cada detalle de la entrada. Con Ralph guiándola al interior, Sadie respondió a preguntas sobre el trabajo y su bienestar mientras observaba atentamente a su alrededor. El personal se afanaba en sus tareas, el salón bullía con una actividad silenciosa y el aroma reconfortante del café recién hecho llenaba el aire. Las apariencias sugerían que todo estaba en orden.
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