El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1285
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Capítulo 1285:
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Un fuego asesino ardía en los ojos enrojecidos de Sadie mientras se volvía, clavando al tembloroso gerente con una mirada que podía congelar la sangre. «Restablezca las imágenes de vigilancia en un día. Si no, más vale que cierre este lugar para siempre».
Sus palabras, aunque pronunciadas en voz baja, no admitían réplica.
El pánico se apoderó del rostro del gerente. Asintió furiosamente, demasiado asustado para protestar, y se apresuró a cumplir sus órdenes.
La determinación mantuvo a Sadie en pie, incluso cuando sus puños cerrados dejaron marcas en forma de media luna en sus palmas y sus ojos amenazaron con derramar lágrimas.
De repente, el estridente sonido de su teléfono rompió el silencio.
El nombre de Blaine apareció en la pantalla, provocándole una nueva oleada de ansiedad. Con manos temblorosas, respondió y se llevó el teléfono al oído. En cuanto se conectó la llamada…
La voz de Blaine irrumpió en la conexión, cargada de ansiedad. —Sadie, ¿qué pasa? ¿Alguien ha encontrado a Tina?
Sadie permaneció en silencio. Se le hizo un nudo en la garganta y no pudo articular palabra. No se atrevía a dar una noticia tan desgarradora, todavía no.
Blaine permaneció en silencio al otro lado de la línea, escuchando el silencio interminable, con un pesado temor apretándole el pecho, como si ya supiera lo que iba a pasar.
Cuando finalmente logró articular las palabras, su voz temblaba. La sonrisa que intentó esbozar sonaba frágil. —Sadie, por favor. No hagas esto. Solo dime qué está pasando.
Sadie perdió las fuerzas y se derrumbó de rodillas, incapaz de soportar el dolor. Con una mano temblorosa, acarició el rostro frío de Tina, deteniéndose en la obstinada chispa de vida que una vez había estado allí. Las lágrimas le nublaron la vista y le resbalaron por las mejillas mientras perdía la compostura.
Sadie cerró los ojos y susurró: «Blaine, mantén la calma… Tina… se ha ido».
Las palabras salían de los labios de Sadie entrecortadas y ásperas, cada una de ellas una herida para ella y para Blaine, que solo podía escuchar con agonía al otro lado. No muy lejos, las sombras ocultaban a Alex, que estaba de pie con su equipo de seguridad, con los ojos fijos en cada momento desgarrador.
En el momento en que vio a Sadie en el suelo, aferrada al cuerpo sin vida de Tina mientras los sollozos la sacudían, algo dentro de él se retorció. Era como si una mano invisible le hubiera envuelto el corazón, aplastándolo hasta que apenas podía respirar por el peso. Apretó los puños, con los nudillos pálidos y las venas prominentes, hasta que finalmente se dio la vuelta, incapaz de soportar más la visión.
—Se suponía que debías mantenerla bajo control. ¿Cómo has podido matarla? —Su voz sonó baja y tensa, cargada de una furia apenas contenida y un rastro de arrepentimiento que no intentó ocultar.
El terror se apoderó del guardia más cercano, que cayó de rodillas. Sus palabras temblaban. —Señor Howe, le he fallado. Ella luchó con todas sus fuerzas, nuestro equipo no pudo retenerla y se deslizó hacia el río. Intenté saltar tras ella, pero el alboroto llamó la atención y tuvimos que abandonar el rescate.
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Alex escuchó en silencio, con el agotamiento apoderándose de él mientras exhalaba un suspiro de cansancio.
Dar vueltas a lo que se había perdido parecía inútil ahora; el daño ya estaba hecho.
—¿Lo has limpiado todo? —El tono de Alex se volvió más firme, con una máscara de calma que ocultaba una ira turbulenta.
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