El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1281
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Capítulo 1281:
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Se secó la frente con la mano y dijo con voz temblorosa: «Lo… lo siento mucho, señora Hudson. Ha habido un problema con nuestro sistema de vigilancia. Se ha estropeado esta mañana. El servicio técnico está trabajando en ello, pero dicen que tardarán al menos dos días en volver a ponerlo en funcionamiento».
Malcolm había aparecido sospechosamente en Nirvana poco antes y ahora Tina había desaparecido.
Incluso las cámaras habían «convenientemente» dejado de funcionar.
Demasiados «accidentes» acumulándose… Sadie no se lo creía.
Podía sentir que alguien había borrado cuidadosamente todas las pistas, sin dejar rastro.
Pero, ¿quién iba a llegar a tales extremos? ¿Estaba Alex involucrado, o se trataba de otra persona?
Sadie se negó a terminar la idea, un escalofrío le recorrió la espalda y se le quedó en la nuca.
De repente, una joven camarera bajó corriendo las escaleras con el pánico reflejado en el rostro.
—Señor, tenemos un problema. La señora de la limpieza ha encontrado los cadáveres de una mujer y un hombre en el río, detrás del edificio. ¡La policía está de camino!
La noticia golpeó a Sadie como un golpe físico, dejándola atónita. Por un momento, sus rodillas se doblaron y su mundo se volvió borroso.
Un guardaespaldas rápido de reflejos la sujetó antes de que se derrumbara. «Señora Hudson, ¿está bien?».
Sadie se soltó de su brazo, con los ojos ardientes, y corrió hacia el río sin mirar atrás.
No. No podía ser Tina.
No podía ser Tina.
Un grito silencioso resonó en su mente, ahogando la razón, pero el miedo la oprimía, negándose a soltarla.
Cada fibra de su ser rezaba para que sus peores temores no se hicieran realidad.
Una cinta amarilla brillante ya rodeaba la orilla del río en señal de advertencia, haciendo imposible pasar por alto la presencia policial.
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La humedad se adhería a todo, mezclándose con el inconfundible olor a pescado y algo menos agradable.
Al llegar al lugar, Sadie vio a varios agentes uniformados agrupados a la orilla del agua, con el rostro serio mientras realizaban metódicamente su trabajo. Cada gesto que hacían denotaba una precaución extrema, como si cualquier error pudiera tener graves consecuencias.
Una multitud de periodistas se agolpaba más allá de la barrera, y sus gritos y flashes de las cámaras acentuaban la tensión.
Sadie se estremecía cada vez que uno de esos destellos de luz le daba en los ojos.
La multitud le impedía ver casi todo, pero ella mantuvo la mirada fija en un punto de la orilla que parecía atraer toda la atención.
Allí había un cuerpo.
Sadie se abrió paso entre los curiosos y casi perdió el equilibrio en el barro, impulsada por una urgencia desesperada.
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