El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1279
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Capítulo 1279:
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Blaine sintió un gran peso en el pecho.
¡Malcolm!
«¿Qué pasa ahora?», preguntó. «¿Dónde está Malcolm?».
«No lo sabemos», respondió el hombre, sacudiendo la cabeza. «El personal dice que no ha visto a ninguno de los dos».
Un escalofrío recorrió la espalda de Blaine.
Dio un paso adelante, dispuesto a salir corriendo, pero el guardia que estaba junto a la puerta se movió para bloquearle el paso.
—Señor Castro, por favor, no lo haga. La señora Delgado dejó claro que su recuperación debe permanecer en secreto. Si se deja ver ahora, todo por lo que ella ha trabajado se vendrá abajo.
Las palabras le hicieron efecto. Blaine se detuvo, apretando los dientes. Sabía que el guardia tenía razón.
Pero ¿cómo podía pensar en eso ahora?
Apretó los puños y los nudillos se le pusieron pálidos.
¿Cómo podía quedarse allí ahora?
Tina ya podía estar en peligro.
Una aguda sensación de pánico se apoderó de su pecho, diferente a todo lo que había sentido antes.
Solo entonces se dio cuenta de lo profundo que era su preocupación. No se trataba solo de una compañera de trabajo. Su preocupación por Tina había superado con creces lo que se esperaba de un jefe.
En ese momento, una voz aguda gritó desde el final del pasillo:
«¿Qué está pasando aquí? Blaine, ¿qué ha pasado?». Sadie había oído el alboroto y llegó rápidamente.
Blaine se volvió hacia ella como si se aferrara a su última esperanza.
Corrió hacia ella, sin el habitual brillo burlón en los ojos. Su voz temblaba. —¡Sadie! Tina ha desaparecido.
Sadie abrió los ojos como platos. ¿Tina había desaparecido?
¿Cómo era posible?
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Blaine y el guardaespaldas relataron todo con gran detalle y rapidez. A medida que las piezas encajaban —Malcolm, Nirvana, Alex—, la expresión de Sadie se volvió seria.
Cada nombre tenía su peso. Nada de esto era normal.
Sadie tomó una decisión al instante. «No te asustes. Quédate aquí y espera mis noticias. Llevaré a algunas personas y comprobaré Nirvana yo misma».
Blaine asintió rápidamente, todavía conmocionado.
En momentos como este, Sadie siempre era la que pensaba con claridad. Él se quedó paralizado mientras ella reunía a su equipo y se marchaba. Luego, como si le hubieran dejado sin fuerzas, se dejó caer en una silla del pasillo.
Bajó la mirada al suelo.
Sus pensamientos se aceleraron, pero su corazón estaba entumecido.
Tina solía ser perspicaz y rápida. Blaine solo podía esperar que no dejara que los nervios la traicionaran en el momento más importante. Se repitió a sí mismo una y otra vez que estaría bien, en silencio, para ahogar la creciente sensación de pánico.
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