El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1244
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Capítulo 1244:
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Isabel le dio una palmadita suave en la mano, con una expresión cálida a pesar del cansancio en sus ojos.
—Has tenido mucho peso sobre tus hombros, Sadie. Lo entiendo perfectamente. En cuanto a mí, solo soy una anciana, ya no sirvo de mucha ayuda. —Hizo una pausa y cambió el tono—. Te pedí que volvieras porque hay algo de lo que tengo que hablar contigo.
Sadie asintió y la guió hacia el sofá, intuyendo que lo que vendría a continuación sería importante.
La mirada de Isabel se posó en Averi, que estaba sentado en silencio apilando bloques, con los pequeños hombros encorvados, concentrado, o tal vez sumido en una silenciosa tristeza. Respiró hondo y habló en voz baja y pausada. «He estado pensando… Quiero llevarme a Averi conmigo a Zupren. Me gustaría visitar el Hospital Rosewood, hablar con los médicos y ver si hay otra forma de ayudar a Noah. Y con los dos fuera del medio, tú podrás hacer todo lo que necesitas hacer aquí sin preocuparte por…».
El Hospital Rosewood. Zupren.
Los ojos de Sadie brillaron con una sutil emoción.
La sugerencia tenía sentido.
Con Noah pendiendo de un hilo, el tratamiento de alto riesgo de Hurst en el mejor de los casos incierto y las sombras amenazantes del Instituto de Investigación NE exigiendo su atención, las cosas en casa se habían convertido en una maraña de peligros y distracciones.
Quizás enviar a Isabel y Averi lejos, fuera de esta tormenta, era la opción más inteligente. La opción más segura.
Y, sin embargo… La idea de separarse de su hijo le dejaba un dolor sordo en el corazón.
Pero por la seguridad de Isabel y Averi, la decisión ya estaba tomada en la mente de Sadie.
Sadie respiró hondo para calmar sus turbulentas emociones. —Está bien. Le diré a Samuel que haga los preparativos. Isabel, viajar sola con Averi… Por favor, cuídate.
El alivio se dibujó en el rostro de Isabel, suavizando las arrugas de preocupación que se habían marcado alrededor de sus ojos.
Una delicada tos escapó de sus labios. —Mientras todos estén bien, yo estaré tranquila. Averi está a mi cargo, así que no te preocupes. Pero tú, Sadie, tómatelo con calma y no te exijas demasiado.
Sadie asintió con un brillo revelador en los ojos, en los que se reflejaban unas lágrimas contenidas.
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Lo que siguió fue una suave conversación sobre asuntos familiares, preocupaciones de salud y cuidadosos recordatorios de las precauciones que debían tomar.
El almuerzo concluyó con Sadie mirando su reloj antes de levantarse para despedirse, con el peso de la despedida sobre sus hombros al abandonar Wall Manor.
Salió al aire fresco y, antes de que su mano pudiera alcanzar la puerta del coche, el estridente sonido de su teléfono rompió el silencio.
El nombre de Tina apareció en la pantalla.
Sadie sintió un escalofrío en el estómago y su instinto le susurró una advertencia mientras se llevaba el teléfono al oído. «¿Qué pasa?».
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